Hay una canción que dice:
Puedes tener paz en la tormenta,
Fe y esperanza, cuando no puedas seguir,
Aun con tu mundo hecho pedazos,
El Señor guiará tus pasos,
En paz en medio de la tormenta.
La canción no se refiere a estar en paz por fuera, se refiere a una templanza interior que solo tienen los que confían en Dios de verdad.
Es la verdadera paz interior que nos da obedecerlo y dejar que Él sea el Guía de todos nuestros pasos. Una paz que no se quebranta ante las circunstancias, por más malas y adversas que estas puedan ser, porque uno sabe que Quien lo guía conoce todas las salidas.
Una paz que solo es garantizada por Él en nuestro interior, y que nos hace fuertes y confiados, veamos lo que veamos, nos digan lo que nos digan, nos pase lo que nos pase.
Diariamente el ser humano está rodeado de situaciones, directas o indirectas, que ponen a prueba sus capacidades. Pero, estando con Él se recibe esa paz, el equilibrio, la motivación y todo lo que se necesita para vencerlas.
Los problemas que están a su alrededor podrían llegar a provocarle tristeza, odio, rencor, conciencia pesada, depresión, falta de motivación, indiferencia, frustración –y toda una lista de problemas emocionales y espirituales, pero si usted tiene paz interior vence la guerra exterior.
La paz debe venir de adentro hacia afuera, aunque a nuestro alrededor reine la confusión.
Cuando se tiene la verdadera paz, nuestra alma no es afectada.
A veces, el alma grita desde nuestro interior por esa verdadera paz.
La vida en el planeta tierra es una guerra, contra los problemas, contra el mal, y contra nosotros mismos, y solo el Dios Vivo y Poderoso puede darnos esa paz. Si no damos oídos a Su Palabra nunca lograremos tener esa paz en medio de la tormenta del mundo y no venceremos.
El obispo Macedo dijo: “… solo quien tiene paz con Dios y también la conciencia limpia ante el Altísimo, puede tener paz interior.”
¿Cuánto vale tener paz interior?
No hay dinero, gloria ni riqueza en todo el mundo que sea capaz de llegar a ese valor, es algo inestimable, pues tener esa conciencia es uno de los mayores tesoros que una persona puede poseer. Y para tenerla hay que estar bien con Quien nos justifica, nos lava y nos garantiza que es nuestro Salvador.
La tormenta puede arreciar, y nosotros la miraremos a través de los cristales blindados con los que Dios protege nuestra vida, seguros de que no nos destruirá.
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