Teresa Serrano sufría ataques de nervios y golpeaba su cabeza contra la pared. Cuando se casó, se desencantó de su pareja, porque era violento y alcohólico. “Él me mostraba una cosa y terminó siendo otra. Era alcohólico y me maltrataba física y verbalmente. Después de cinco años de estar juntos decidimos tener un hijo para salvar el matrimonio, ya habíamos buscado ayuda en los brujos, habíamos hecho de todo y no había solución, entonces tuvimos una hija.
A los cinco meses de haber nacido por la depresión la maltrataba, recuerdo que la tiraba contra la cama cuando lloraba. Al tiempo comencé con los intentos de suicidio, me encerraba en el baño, miraba los tirantes del techo y pensaba que merecía morir y mi hija lloraba afuera gritando ‘mamá te quiero‘, eso me salvó.
En un momento mi marido se deprimió porque se quedó desempleado. Recuerdo que mis familiares me ayudaban con lo que podían. Un día lo invitan a mi marido a la Universal, entonces comenzamos a participar de las reuniones. Nos constó, pero nunca bajamos los brazos. Mi liberación no fue fácil, había malos pensamientos en mi mente pero yo los resistía porque sabía que allí estaba mi felicidad.
Ahora somos una familia bendecida, somos felices, estamos unidos, en paz. Mi marido se liberó del alcohol y el cigarrillo, fue curado de artritis reumatoidea, la depresión desapareció y avanzamos económicamente porque consiguió un buen empleo en una empresa. Puedo afirmar que en mi casa hay diálogo y armonía”.
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