Laura Artigas se involucró desde temprana edad con los espíritus debido a los problemas de salud de su padre y a la crisis familiar que había en su casa, pero a pesar de sus esfuerzos su padre falleció, perdieron la casa y el negocio, por lo que su madre tuvo que trabajar de limpieza siendo que antes habían tenido negocios. Fue una situación muy dura.
“Conocí a una persona veinte años mayor, como yo tenía muchos problemas, era una salida establecer una relación con él. Creía que iba a tener la contención que necesitaba, solo que mientras estaba en pareja seguía consultando a los espíritus por mi vida sentimental porque él era violento, recuerdo que me amenazaba con un arma. Yo no lo dejaba por miedo a quedarme sola, a no formar una familia. Al tiempo tuvimos un hijo y comenzaron los problemas económicos, en medio de muchas dificultades tuve otro hijo. Nació mi tercera hija, y a esa altura no teníamos ni para comprar pan, fue una situación terrible”, cuenta.
Ella era muy depresiva, se cortaba, llegó a pesar 44 kilos, incluso intentó suicidarse con pastillas dos veces. Estuvo en tratamiento psicológico, pero no le servía de nada. “Además de todos los problemas mi salud no me daba tregua, tuve quistes en los ovarios, un fibroma y hemorragias. Cuando conseguí un trabajo estable, me separé. Tiempo después conocí a mi actual esposo, nuevamente tuve problemas de pareja, había agresiones físicas y verbales otra vez”, agrega al recordar lo difícil que era pasar por lo mismo que en su primera relación.
“Las peleas comenzaban por cualquier cosa, nos tirábamos cosas, nos golpeábamos, era terrible”, relata Alfredo, quien había fracasado en un matrimonio anterior. La relación era un desastre “estaba embarazada, mis hijos vivían la misma situación que antes. Yo era muy celosa, lo controlaba y él me agredía”, recuerda Laura.
Alfredo hacía 10 años que estaba apartado de la Universal, ella no quería saber nada con Dios, pero cuando comenzaron a participar de las reuniones buscando una solución porque se amaban, decidieron dejar todo lo que los lastimaba. Empezaron a liberarse espiritualmente, poco a poco se dieron cuenta de que Dios estaba obrando en ellos. Comenzaron a tener paz, a los dos meses ya tenían diálogo, el matrimonio iba cambiando y los chicos estaban más tranquilos. “Fui dejando el cigarrillo, me fui sanando, toda nuestra vida cambió. Iba a las reuniones porque quería, porque me sentía bien, la clave es tener la certeza de que uno va a encontrar la salida y ser obediente”.
Hoy ellos tienen un matrimonio armonioso y cuentan con la protección de Dios para sus vidas porque invirtieron en su vida espiritual y eso garantiza la felicidad completa.
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