No juzguéis, y no seréis juzgados… Lucas 6:37
El mundo está lleno de jueces preparados, ansiosos para emitir su sentencia sobre cualquier caso o persona. Usted ya fue víctima de ellos. Y también ya juzgó a otros.
Una vez más, Jesús da en el blanco acerca de una gran debilidad humana. Parece que al juzgar a otras personas nos sentimos de alguna forma mejores que ellas. Casi siempre nuestras observaciones sobre los “defectos” de los otros son hechas a través de la lente de nuestras “virtudes”.
– “¡Mira eso, que ropa más indecente se puso!” Real significado: “Fíjate como yo me visto decentemente.”
– “Él es muy lento.” Real significado: “Yo soy mucho mejor, resuelvo rápido las cosas.”
– “¡Su forma de ser me irrita!” Real significado: “Yo no soy como él, mi manera de ser es mucho mejor.”
Un justo juez necesita tener algunas cualidades para juzgar con equidad. Necesita por lo menos tres cosas: (1) ser justo él mismo; (2) ser conocedor de las leyes; y (3) tener todas las informaciones sobre el caso y la persona involucrada. Entonces pregúntese: ¿quién califica para ser justo juez? ¿Ahora usted entiende por qué Jesús dijo que no debemos juzgar?
No deje pasar desapercibida la alentadora promesa: “No seréis juzgados.” Por Dios, quiere decir.
Una aclaración, sin embargo: mientras no debemos juzgar a otras personas, debemos siempre juzgar entre el bien y el mal que están delante de nosotros y hacer las elecciones correctas. Pablo expresó este pensamiento así: “Examinadlo todo; retened lo bueno.Absteneos de toda especie de mal.” (1 Ts 5:21,22)
Aplicación: Si nadie le constituyó juez de alguien o de alguna situación, no juzgue. Sino constantemente examine todo delante suyo, guarde lo que es bueno y quédese lejos de los que es malo.
¿Usted se ve de vez encuando juzgando a otras personas? ¿Ya fue prejuzgado o mal juzgado? ¿Cómo se sintió? ¿Le gustaría contar alguna experiencia al respecto?
[related_posts limit=”40″]