Al entregarle la vida al Señor Jesús, el hombre inicia la gran carrera de su existencia, que durará hasta su último suspiro. Esta carrera tiene el objetivo de probar su fe para que conquiste el premio máximo: la Salvación. La lucha es difícil y larga, exige paciencia, es decir, resistencia y perseverancia, con el fin de terminar lo que fue iniciado.
Para darnos coraje, el Espíritu Santo lista una “gran nube” de testimonios de fe, o sea, de vencedores, que trillaron este camino y cumplieron su meta en esta carrera (Hebreos 11:1-40). Además, testificaron su fidelidad al Altísimo con firmeza durante toda su vida. Podemos juntar esta nube de ejemplos con muchos otros que, a lo largo de la historia cristiana, también se esforzaron para superar las dificultades y para mantenerse confiados y leales al Señor.
En esta carrera espiritual, es fundamental eliminar todo tipo de impedimento para la jornada de la fe. A fin de cuentas, nadie logra concluir “su prueba” si está cargando peso, pues, además de cansarse pronto, corre el riesgo de tropezar y caer. Por eso, existe la exhortación de eliminar todo peso y pecado, pues ambos tienen efectos devastadores en la comunión con Dios.
La eliminación de todo peso significa quitar de la mente las ansiedades con respecto a los proyectos personales en este mundo. El casamiento, la profesión y las demás cosas que han pesado en la carrera de la conquista de la salvación eterna. ¿Cuántos comenzaron bien en esta disputa, pero, a causa de los problemas sentimentales terminaron desistiendo del Premio Mayor?
La vida espiritual requiere progreso y debe ser erguida con disposición y sin pérdida de tiempo (Mt 7:24-25), para que en el final de la existencia humana el objetivo sea alcanzado: recibir el premio de la aprobación del Señor Jesucristo.
Texto traducido y extraído de la Biblia ACF con mis comentarios – Hebreos 12:1