Con 15 años de casados, el obispo Claudio Lana, de 37 años, y su esposa, Tatiane, de 35 años, tienen varias historias para contar. Muchas de ellas, las compartieron juntos, como el sacrificio para dedicarse a la Obra en el inicio del noviazgo, y momentos, como la consagración en el Templo de Salomón.
En esta entrevista, ellos narrarán sus buenos recuerdos, así como también, los problemas que enfrentaron y de qué forma las dificultades les sirvieron de experiencia para ayudar a otras personas, principalmente en el trabajo que desarrollan por la Cura de los Vicios.
¿Qué problemas tuvieron en el pasado?
Él: Soy el menor de nueve hijos y todos tuvieron que trabajar desde chicos. A los 12 años, comencé a ayudar en el bar de mi hermano y allí comencé a fumar y a beber. Rápidamente, comencé a aspirar lanza perfume, a fumar marihuana y, en seguida, a aspirar cocaína. Con 14 años, pasaba madrugadas en la calle y viajaba a ciudades cercanas del Conselheiro Lafaiete, en Minas Gerais, donde vivía, para pasar la noche de fiesta. A causa de eso, pasé a tener convulsiones y a tomar medicamentos fuertes. Después de tomar el medicamento, terminaba bebiendo y drogandome o a veces ni tomaba el medicamento para poder drogarme sin dificultad. Por causa de los vicios y de las ausencias constantes en el trabajo, me despidieron. Sin dinero para sustentar mi vicio, compraba una cantidad mayor de drogas para poder venderla y usar el resto. Solo que llegó un punto en el que usaba toda la droga que compraba y no le pagaba al traficante y comencé a recibir amenazas. Mi hermana tuvo que sacar dinero del banco para pagarle. A los 18 años, sin dinero, comencé con pegamento y con tiner y llegué a agarrar las colillas de cigarrillo de la calle para fumar. Sufría de depresión e insomnio, estaba muy rebelde y agresivo. Me encerraba en mi habitación y me quedaba todo el día drogándome. Recuerdo una ocasión en que bebí mucho, aspiré tiner en la casa de mi hermana, salí al fin de la tarde, balanceándome en la calle y fui directamente a un barranco, en un intento de quitarme la vida. Solamente no morí porque algunas ramas amortiguaron la caída. Un vecino me vio, y le avisó a mi familia y fui rescatado con mucha dificultad.
Ella: Cuando mi madre quedó embarazada, mi padre le dijo que si ella continuaba con el embarazo, nunca más lo vería. O sea, como hoy estoy aquí, no conozco a mi padre. Para mantenerme, ella tuvo que dejarme con mis abuelos y ellos hacían trabajos espirituales. Yo tenía perturbaciones, oía voces, veía bultos y convivía con discusiones en casa a causa de los vicios de mis tíos. Todas las noches, cuando ya estaba durmiendo, mi tío llegaba alcoholizado, peleaba y quería expulsarme de la casa de mi abuela. Cuando era adolescente, estaba oprimida y no podía estudiar, hasta tenía miedo de ir a la escuela y así estuve durante dos años. Siempre oía una voz diciéndome que termine con mi vida. Por eso, intentaba subir al tejado para saltar y terminaba desistiendo de esa idea. Pasamos hambre y necesidades.
¿Cuándo se conocieron?
Él: Me di cuenta que estaba destruyendo mi vida y que necesitaba cambiar. Solo lograba dormir cuando bebía y, por causa del insomnio, pasé a ver la programación de la Universal en las madrugadas. En ese periodo, me invitaron a una iglesia evangélica donde conocí a Tatiane.
Ella: Fui creciendo con aquella perturbación en el medio familiar, fue cuando decidí acompañar a mi abuela a la iglesia evangélica que ella frecuentaba. Fue allí que nos conocimos.
Cuéntennos cómo llegaron a la Universal.
Él: El 5 de enero de 1997, fui por primera vez a la Universal para comenzar con el Tratamiento de la Cura de los Vicios. Fui con mucha sed de cambiar mi vida. La primera semana, dejé las drogas y después de un mes me liberé de los vicios, de la depresión, del insomnio y de las enfermedades.
Ella: Fui a la Universal después que él. Cuando él se liberó de los vicios, me invitó para que vaya, me dijo que era un buen lugar . Al principio yo iba solo a acompañarlo. Él se esforzaba para no fallar en la iglesia, pero para mí me daba lo mismo.
¿Cómo decidió hacer la Obra en el Altar?
Él: Comencé a trabajar en una agencia de autos y a prosperar. Fui curado de los vicios, de las convulsiones, tuve mi encuentro con Dios y recibí el Espíritu Santo. Todo eso sucedió en seis meses. En seguida, fui levantado como obrero. Pero cuando estaba en el trabajo, tenía el deseo de estar en la iglesia. En esa época, busqué al pastor Marcio Diniz y le dije que quería renunciar a mi empleo, pero él me dijo que analice si realmente era lo que yo quería. Yo ya estaba listo para renunciar a la familia, trabajo, todo. Solamente no imaginaba que tendría que renunciar a ella, que no era obrera. Aún así, sin titubear, acepté en ese mismo momento. El 25 de noviembre de 1997, fui levantado como pastor auxiliar. Y, en 2005, fui consagrado.
Ella: Cuando él fue levantado como obrero, comencé a despertar mi fe. Vi que estaba quedándome atrás, pues no me había entregado totalmente. Cuando él fue levantado como pastor, realmente me quedé sola, porque él me tenía que dejar. Entonces comenzó mi lucha para tener un encuentro con Dios.
¿Fue difícil renunciar al noviazgo?
Él: Yo le dije que tendríamos que esperar un tiempo en el noviazgo, que ella tendría que estar firme con Dios porque en el futuro yo me casaría. Y si ella estuviese como obrera, sería con ella.
Ella: Cuando él me dijo eso, mis pies no sentían el piso. Ese día, lloré y le dije a Dios: “muéstrame Señor qué es lo que Tú quieres para mí”, porque jamás había pensado en dejar a mi familia. A partir de aquél momento, comencé a sentir el deseo de estar en la iglesia. Entonces, después de cuatros meses, fui levantada como obrera. Aún así, nosotros no hablábamos, ni siquiera por teléfono.
Él: Obedecimos las orientaciones hasta que el pastor bendiga nuestro noviazgo. Yo llamaba a casa y mi madre me decía que Tatiane estaba allí, pero yo decía que no quería hablar con ella. Seis meses después, nuestro noviazgo fue bendecido y, después de casi dos años, nos casamos, el 15 de enero del 2000.
¿Cómo fueron las adaptaciones del principio?
Ella: Yo era sentimental, a veces me enojaba con alguna situación y a él no le gustaba mi forma de ser. Al comienzo, fue difícil de entender, pero después me di cuenta que la actitud de él me ayudó a ser una mujer de Dios.
Él: Ella siempre se dedicaba a ayudar, entonces cuando alguien la entristecía, ella se ponía mal. Solo que yo no alimentaba eso, sino hoy ella sería sentimental y débil. Yo no la defendía, incluso le llamaba la atención. Estamos casados hace 15 años y nunca tuve ningún problema con ella.
¿Cuál es el secreto para tener un matrimonio exitoso?
Él: Además de renunciar uno por el otro, la complicidad nos une y nos fortalece aún más.
Ella: Vivimos por la fe y el matrimonio es por la fe también. Si él dice que tiene que ser así, por más que no quiera, lo hago de la forma que él dice. Cuando pasé a actuar de esa forma, él también cambió su personalidad, tanto que hoy hace cosas para agradarme.
¿Cómo fue recibir la noticia de la consagración a obispo?
Él: Vinimos a San Pablo a inicios del 2014 y fuimos invitados por el obispo Rogelio Formigoni para ayudarlo en la reunión del Tratamiento de la Cura de los Vicios, a la que las personas llegan en el fondo del pozo, pero con sed de cambiar de vida. Desde la primera reunión pensé: “es eso lo que quiero”. Siempre quise ver personas nuevas llegando a la iglesia. Entonces, abrazamos este tratamiento y nos pusimos la camiseta. El sábado antes de la consagración, el obispo Formigoni me llamó diciendo que yo sería consagrado el 18 de julio en el Templo de Salomón. Pero la ficha solamente calló el lunes.
Ella: Nuestro deseo siempre fue servir. Encontramos en este trabajo la oportunidad de ayudar a las personas que llegan queriendo una solución. Entonces, vino la noticia, que es una confirmación de Dios de que estamos en el camino correcto. Ese día en mi cabeza pasó una película de todo lo que vivimos.
Perfil de la pareja
Comida preferida
Él: Frutos del mar y pescado
Ella: Comida minera
Libro
Él: Nada que perder 2, del obispo Macedo
Ella: La mujer V, de Cristiane Cardoso
Película
Él: El Invencible
Ella: El Conde de Montecristo
Lo que uno admira del otro
Él: Su dedicación y empeño en todo lo que hace. Nunca la escuché reclamando
Ella: Él hace todo sin medir esfuerzos. No ve dificultades para cumplir todo hasta el fin
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