Ezequiel: “A los 8 años ya andaba con hinchas de fútbol, veía que tomaban alcohol, cocaína y fumaban marihuana. A los 10 fumé el primer cigarrillo y a los 12 mezclé marihuana con alcohol, después empecé con las pastillas. A los 14 años me tomé una tableta de pastillas con un compañero que ya no está, esa fue mi primera empastillada.
Llegó un momento en que mi mamá no sabía qué hacer para pararme. Me encerró en una granja, pero me escapé y no volví. Caí en las drogas otra vez, en esa época robaba coches y estaciones de servicios. Después probé cocaína, al principio era placentero, después se volvió un vicio. A las 16 caí detenido.
Me llevaron a un Instituto de menores, estuve en un calabozo poco más de un mes. Mi sueño era ser ladrón de bancos y manejar pabellones en la cárcel.
Por las adicciones, me mandaron a un neurosiquiátrico. Me empastillaron, volví a la granja y me escapé otra vez.
Yo seguía, querían boletearme, era un desastre.
A los 18 años me agarraron con un arma por intento de robo. Yo les prometí que iba a trabajar y a estudiar, pero no lo hacía.
Tenía mi familia, pero no paraba, siempre robando y consumiendo. Me mataron a varios compañeros, algunos murieron en enfrentamientos.
Pensaba que iba a terminar muerto o en la cárcel porque estuve en varios tiroteos.
Llegué a la Universal a los 26 años, ahí encontré a Dios y cambié, recuperé a mi familia. Tuve luchas, pero creí porque Él me libró de la muerte”, finaliza.
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