Uno de los más bellos ejemplos del poder de la fe en la Biblia también nos trae una muestra de lo que puede suceder cuando la mayoría que es del mal hace planes contra la minoría que es del bien. La historia está relatada en el sexto capítulo del libro de Daniel, en la Biblia. La situación de Daniel en Babilonia era la siguiente:
El rey Darío estableció tres funcionarios sobre Babilonia, de los cuales Daniel era uno. Y ciento veinte sátrapas rendían cuentas ante los tres. Sin embargo, Daniel se destacó entre todos ellos por tener un espíritu excelente – y obviamente por ser un hombre justo y de Dios. Por eso, el rey Darío pensaba en promoverlo por sobre todos los demás, abajo solo del trono. Al tomar conocimiento de eso, aquellos otros funcionarios se unieron a los sátrapas para encontrar un medio para librarse de Daniel.
Daniel no había hecho ningún mal ni había practicado ningún delito. ¿Por qué entonces querían librarse de él? Es simple: porque la presencia de una persona del bien en un puesto de autoridad impide el avance de los proyectos del mal.
La estrategia fue hacer un PLAN, una TRAMOYA contra Daniel a través de una ley que afectara a su fe. Planificaron una ley que determinaba: cualquiera que, en el espacio de treinta días, hiciera una petición a cualquier dios, que no fuera el rey, sería lanzado a la cueva de los leones. Ellos, todos juntos, le vendieron esa idea al rey como algo que fortalecería su imagen y su gobierno – pero, en realidad, la intención era librarse de Daniel.
Muchas leyes aún hoy son hechas con apariencia de hacer el bien, pero el objetivo de sus creadores es neutralizar a los que promueven los valores de Dios y de la familia.
El rey firmó el decreto. Y dicho y hecho: pasados algunos días, los enemigos de Daniel fueron hasta su casa a acecharlo y lo sorprendieron orando a Dios. Entonces, presionaron al rey para lanzarlo a la cueva de los leones, el cual “se afligió mucho y se propuso librar a Daniel; y hasta la puesta del sol estuvo buscando la manera de librarlo” (v. 14). Pero nada más se podía hacer. Ni siquiera el rey podía librarlo. Una vez que una ley es aprobada, solo resta obedecerla.
No es la acción de los malos lo que destruye al mundo, sino la falta de actitud de los buenos.
Con un anillo en su dedo, el rey Darío selló la sentencia de Daniel (v. 17). Con su dedo, el 7 de octubre, usted podrá impedir el avance de los proyectos del mal.