La práctica del ayuno no comenzó con los cristianos y, aunque no haya sido establecido por Dios, ya era una costumbre del pueblo de Israel.
Cuando Moisés subió el Monte Sinaí para recibir las Tablas de la Ley – Los Diez Mandamientos -, estuvo en ayuno durante todo el tiempo que permaneció allí:
“Y él estuvo allí con el SEÑOR cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos.” (Éxodo 34:28)
Cuando los amonitas venían contra el rey Josafat, él hizo pregonar un ayuno en toda Judá pidiéndole a Dios un libramiento, y el Señor respondió: “No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios.” (2 Crónicas 20:15)
Cuando la reina Ester decidió ir hasta el rey Asuero para interceder por su pueblo, abrió un ayuno y le pidió al pueblo que también lo hiciera por ella, con el fin de alcanzar el favor del rey (Ester 4:16)
Esos son solo algunos ejemplos. Podemos ver que el ayuno tiene tanto la finalidad de santificar, de separar a una persona para Dios –como fue el caso de Moisés -, así como para interceder por alguien o por una causa – como fue el caso de Ester y Josafat.
¿Cómo ayunar?
En el Nuevo Testamento, el mayor ejemplo de ayuno es el del propio Señor Jesús, como está escrito en el libro de Mateo 4:1-2: “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.”
Vemos entonces que el ayuno también tiene la finalidad de fortalecernos espiritualmente para que resistamos y no caigamos en las tentaciones del diablo.
Jesús también nos orienta sobre cómo debemos proceder al ayunar:
“Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.” (Mateo 6:16-18)
En fin, el objetivo del ayuno es fortalecer nuestro espíritu, porque si nuestro espíritu está fuerte, tenemos autoridad espiritual para reprender el mal. A ejemplo de lo que ocurrió cuando los discípulos no pudieron expulsar al demonio del muchacho lunático. Cuando él fue llevado al Señor Jesús, Él reprendió al espíritu maligno, que salió y el muchacho fue curado.
Intrigados por eso, los discípulos le preguntaron a Jesús por qué ellos no pudieron expulsarlo, y él les respondió: “…este género no sale sino con oración y ayuno.” (Mateo 17:21)
Sea fiel
En su blog, el obispo Júlio Freitas aclara que el ayuno se realiza siempre que se pretende alcanzar algo superior. “Nosotros somos espíritu, alma y cuerpo, y, cuando ayunamos, vigilamos más de cerca nuestros pensamientos, sentimientos, palabras actitudes y reacciones.”
El obispo también advierte: “No se engañe, sí existen fuerzas espirituales del mal que trabajan para desviarnos de nuestros objetivos, que intentan bloquear nuestros caminos y cerrar las puertas para que neguemos la fe en el Señor Jesús, dándole la espalda a la Verdad, e intentemos vivir o vencer nuestra propia manera de ser. Pero sea fiel, ayune, vigile sus palabras, pensamientos, sentimientos, actitudes y reacciones.”
Sin embargo, el obispo Edir Macedo orienta que el ayuno de alimentos no debe ser hecho por personas que estén realizando algún tratamiento médico. En ese caso, se debe hacer otro tipo de ayuno.
El próximo 5 de junio comienza el Ayuno de Daniel, en el cual, durante 21 días, las personas se abstienen de recibir información secular y cualquier tipo de entretenimiento, para conectarse con Dios. Participe usted también.
Para saber más sobre el tema, ingrese aquí.
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