“Y sucederá que si obedecéis Mis Mandamientos que os ordeno hoy, de amar al Señor vuestro Dios y de servirle con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, Él dará a vuestra tierra la lluvia a su tiempo, lluvia temprana y lluvia tardía, para que recojas tu grano, tu mosto y tu aceite”. Deuteronomio 11:13-14
“… que os ordeno hoy…”, en otras palabras, deje de mirar hacia atrás, lo que importa es lo que hará de ahora en adelante. Aprenda de los errores personales, familiares y sociales, pero enfóquese en el presente, vislumbrando el futuro.
Dios le está diciendo: “Yo quiero ir delante de ti, quiero guiarte, porque no quiero que te pierdas, que te falte nada. Sé que necesitas comer, vestirte, calzarte; sé que necesitas trabajo, clientes, negocios, contratos, un techo; lo sé, porque Soy el Creador. Yo sé que necesitas cosechar, pero, para eso, tienes que sembrar, y la siembra tiene su proceso, en el que tendrás que esperar tanto la primera lluvia como la lluvia tardía, no puede haber ansiedad ni negatividad”. El Señor Jesús nos garantizó que, sembrando sobre Su Palabra (obedeciéndola), la semilla volverá multiplicada por 100, por 60 o por 30:
“Y otra parte cayó en tierra buena y dio fruto, algunas semillas a ciento por uno, otras a sesenta y otras a treinta”, Mateo 13:8.
Jesús dijo que lo que hacemos con fe, por la fe, basado en Su Palabra, regresará a nosotros multiplicado 100 veces más, 60 veces más o 30 veces más. En otras palabras: “Usa la fe en Mi Palabra, hónrame en primer lugar, ámame, guarda Mis Palabras y Mis Mandamientos, practica, cree, sé fiel a Mí, no te lamentes, no juzgues ni culpes a nadie por tus dificultades o frustraciones, mírame siempre a Mí”.
Está escrito que siempre debemos mirar al Autor y Consumador de nuestra fe, que es Jesús, que pone en nosotros el querer y el realizar. Si no miramos a Jesús, miraremos a alguien o a algo, y este alguien o este algo nos frustrará, nos irritará y nos decepcionará.
“Puestos los ojos en Jesús, el Autor y Consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del Trono de Dios”. Hebreos 12:2
Debo mirarlo a Él, que es el Autor y Consumador de la fe; sembrar la semilla; y, antes de salir de casa, confiarle mi vida, mi día, mi familia, mis problemas, mis necesidades y mis proyectos, pidiéndole que me guíe, me bendiga, me use y vaya delante de mí para no hacer las cosas a mi manera. También debo pedirle que me enseñe a sembrar y a esperar tanto la primera lluvia como la lluvia tardía; debo pedirle paciencia para esperar la lluvia tardía con calma, porque Él tiene todo bajo control, y seguir trabajando, estudiando e invirtiendo, porque la semilla dará fruto y el momento de la cosecha llegará.
Los seres humanos vamos de siembra a cosecha, pero el proceso bíblico es:
– Sembrar.
– Esperar la primera lluvia y la lluvia tardía.
– Cosechar.
Nosotros solemos saltar esta etapa de esperar la primera lluvia y la última lluvia tardía, ahí surge la ansiedad, la murmuración, el cansancio, el deseo de culpar a alguien, de excluirse, de cruzarse de brazos y, en algunos casos, de tirar la toalla. De esta manera, el mal se aprovecha.
Por eso, cuando devolvemos nuestros diezmos, debemos hacerlo de todo, de lo poco y de lo mucho, dando las gracias y poniéndonos en nuestro lugar, que es el segundo, porque en el primero está Dios.
El Altísimo no necesita el diezmo, pero, cuando diezmo de lo que recibo, de lo que cobro, de lo que vendo, sin hablar, estoy diciendo: “Señor, gracias por todas las condiciones humanas y naturales que me has hecho tener; ayúdame, enséñame y bendice lo que me has confiado, porque de todo lo que ha llegado a mis manos, antes de comprar o pagar algo, he separado las primicias y Te las he devuelto, porque Tú, Señor, Dios mío y Padre mío, estás en Primer Lugar en mi vida y en mi corazón”.
Obispo Júlio Freitas