Debido a su temperamento, muchas veces testarudo, explosivo y orgulloso, el hombre toma decisiones sin evaluar o escuchar a alguien decir cuál podría ser la mejor solución para los problemas. De esta manera, termina “rompiéndose la cara”, pero, aun así, insiste en afirmar que no se equivoca y dice que solo estaba mal informado sobre el asunto. Pero lo peor es que su intransigencia también afecta al que intentó brindarle ayuda.
Los proyectiles expulsados por este “hombre bomba” golpean a todos los que están a su alrededor: a sus amigos, compañeros de trabajo, familiares y a su esposa.
La situación se agrava aún más cuando él no hace el mínimo esfuerzo para redimirse con aquellos que injustamente fueron perjudicados por sus comentarios o sus actitudes. Pedir disculpas y asumir un error es algo impensable e imposible para él, pues ni siquiera logra ver en qué se equivocó.
Intentaremos entender por qué ese hombre es así. No es una novedad para nadie que la crianza tenga una gran influencia en el modo en el cual el hombre se comporta. Desde niño, se le enseña a no equivocarse y eso se refleja en sus acciones. No estamos diciendo que la crianza estuvo o está equivocada, sino que ese hombre tiene que aprender a evaluar y elegir mejor sus actitudes y a ser menos intransigente. A ese tipo de conducta le damos un nombre: uso de la inteligencia. Por otra parte, el hombre también tiene que aprender a admitir sus errores y a pedir disculpas.
A esa actitud la llamamos ejercicio de la humildad, que es sinónimo de crecimiento emocional, intelectual y espiritual.
Es verdad que muchos hombres se sienten avergonzados cuando necesitan pedir disculpas. Pero el primer paso que usted debe dar es analizar sus propias acciones.
Luego, pídale disculpas a la persona a la que lastimó. Eso será bueno para usted y para todos los que están a su alrededor. Sin embargo, la transformación no se termina allí: es necesario que usted sepa controlar su temperamento.
Recuerde que es usted quien controla sus emociones y no lo contrario.
El Señor Jesús nos dijo cómo debemos proceder: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y presenta tu ofrenda.” (Mateo 5:23-24).
Ahora que usted sabe lo que debe hacer, cambie su conducta para que se vuelva una persona mejor. Evalúe dónde está su error y no sienta recelo de pedir disculpas. Pero que eso no quede solo en palabras: es necesario que tome una actitud y cambie verdaderamente. Eso se reflejará en sus actitudes cotidianas.