El Señor Jesús utilizaba siempre el recurso de la analogía para que todos pudieran comprender mejor la importancia de la Salvación a través de ejemplos cotidianos. Sin embargo, en la historia del rico y el mendigo aparece un nombre, eso quiere decir que no es una fábula más, sino un caso verídico.
“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquel,lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aún los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.” (Lucas 16:19-23).
En la historia que el Señor Jesús les contó a Sus discípulos, hay un hecho que muchos pasan por alto: Él ignoró por completo el nombre del rico, pero no el del mendigo, ¿por qué?
Ambos murieron, pero tuvieron destinos diferentes: Lázaro fue al cielo por haberse mantenido en la fe. El rico, por no hacerlo, tuvo su final en el infierno. Esta es la razón por la cual el Señor Jesús valoró el nombre del salvo y desvalorizó el del que no lo fue.
¿Su nombre es considerado por Dios?
El Altísimo considera los nombres de las personas que protegen su fe y el de aquellos que padecen injusticias por haber aceptado a Jesús como su Señor y Salvador. Por lo tanto, Dios escribirá sus nombres en el Libro de la Vida, los salvará y serán siempre recordados por Él. Sin embargo, no será así con los que Lo desprecian y viven en el pecado.