Entre las innumerables acciones del enemigo para desanimar nuestra fe, y en consecuencia seguir destruyendo a las personas, encontramos las críticas a las ofrendas. En este punto, el diablo ha usado hasta a extraños para que se vuelvan amigas íntimas de las que no tienen aún su fe firme, intentando sembrar palabras de reprobación. Parientes y amigos son también usados por el diablo con el mismo objetivo.
Es impresionante como el enemigo ha tenido relativamente éxito entre las personas que ya fueron bendecidas, incluyendo a quienes llegan a la iglesia llenas de problemas, especialmente financieros, y que fueron resueltos por la fe y confianza en el Señor Jesús.
Mientras que dejando de andar por la fe, comienzan a mirar las circunstancias, situación provocada por palabras sin fundamento. Por ejemplo: “que los diezmos y ofrendas no son obligatorios ante instituciones como la iglesia”, siendo que ayuda quien tiene fe para recibir de vuelta el doble; ayuda quien tiene motivos para ayudar; ayuda quien quiere…
Creo que las personas que se han dejado llevar por las críticas diabólicas necesitan concientizarse de que no son obligadas a dar nada en la iglesia, mucho menos obligadas a oír al pastor pidiendo, por más que sea un derecho de él pedir, porque tiene la obligación de enseñar a las personas a ayudar para que puedan recibir. El mismo Jesús nos amonestó acerca de esto diciendo: “Pedid, y se os dará”. Cuando el pastor pide, está simplemente obedeciendo a la palabra del Maestro.
El diablo trabaja con palabras de crítica y cualquier otra cosa dentro de la iglesia, intentando distraer a las personas con sus pensamientos y hacerlas olvidarse de las bendiciones que ya alcanzaron. No podemos olvidarnos de que, si el diablo tuvo ventajas de los débiles en la fe, es porque ellos, en lugar de llenarse del Espíritu Santo, a través de una mayor relación con las cosas de Dios, están con sus corazones siempre llenos de ganancias de las cosas del mundo. No solamente aman a este mundo, sino también a las cosas que este mundo ofrece.
Cuando el corazón de alguien está inclinado a las cosas de este mundo, significa que está sin Dios o sin las cosas relacionadas a Él. Por eso es fácil ser atrapado por las artimañas del enemigo y perder la fe.
Cuando el corazón no está lleno de fe, entonces es fácil ser derrotado por cualquier palabra, por más que esta no tenga el menor fundamento. Siendo la fe un don de Dios, se obtiene escuchando la Palabra de Dios y puede ser recuperada inmediatamente por un corazón sumiso y sincero.
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