Un estudio mostró que las personas exitosas caminan, en promedio, el 25 % más rápido que las demás. Y este es un descubrimiento muy interesante. Porque cuando usted tiene un sentido de dirección, cuando tiene un propósito en la vida, cuando sabe adónde quiere llegar, no hay por qué esperar.
Cuando la persona no tiene una dirección, se paraliza y entra en un estado de confusión. Un ejemplo de este estado emocional, mental y psicológico de alguien perdido es el de una persona en situación de calle. Al verlo, puede notar el estado de una persona que no sabe adónde ir, que se acomoda en cualquier rincón y camina a paso lento, con una mirada de incertidumbre, porque no tiene un destino, un domicilio.
Hay personas que tienen donde vivir y un trabajo, sin embargo, tienen el mismo comportamiento de incertidumbre. Esta falta de dirección, de propósito, está por detrás de sus fracasos.
El ser humano fue programado para tener una meta y un objetivo. Cuando lee la Palabra de Dios, usted puede observar que Dios puso en nuestra vida el más grande objetivo de todos: que lleguemos hasta Él. Dios nos dio un gran destino, el cielo, la salvación. Él sabe que, si tenemos en mente un propósito, actuaremos en esa dirección. Por ejemplo, ¿cuántas personas no se preocupan con sus vidas y tienen comportamientos autodestructivos? Si usted se acerca para hablarles, notará que no tienen la visión de la eternidad.
Muchos se olvidan del alma, y por eso el mal trabaja para que piensen que la vida es solo el aquí y ahora, se muere y se termina todo. Dios nos creó como personas de objetivos, pero es necesario que tengamos una dirección. Él dijo: “… porque sé de dónde he venido y a dónde voy…” (Juan 8:14). Estas palabras resumen la vida de una persona que está llena del Espíritu Santo. Ella comprende su pasado, sabe de dónde salió, logra superar todos los traumas, todas las dificultades, logra comprender su camino, y principalmente también hacia dónde va, pues no desperdicia la oportunidad.
Si esto ha faltado en su vida, usted necesita buscar la voz de Dios. “Él les dijo: echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.” (Juan 21:6).
Al prestarle más atención a la Palabra de Dios y taparse los oídos a lo que es del mundo, usted sabrá cuál es el lado derecho de su barco.
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