¿Por qué muchas personas, a pesar de tantos esfuerzos, se equivocan continuamente, lastiman a otras personas y a sí mismas y no encuentran la paz? La respuesta está aquí: “El que vive en el pecado no tiene paz”. El rey David sabía muy bien esto y dijo en Salmos 32:3 “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día.”. ¿Usted puede imaginarse lo que significa que se envejezcan los huesos por gemir? Las personas que viven en el pecado no tienen paz porque el ser humano no fue creado para pecar.
Dios creó al hombre para que viviera en rectitud, para que haga lo correcto, para que se dirija en Su presencia. Por lo tanto, cuando el ser humano peca, agrede a tres personas: 1) A Dios; 2) A la persona contra quien pecó; 3) A sí mismo, es decir, a su conciencia.
Por ejemplo: Si usted traicionó a su marido o a su esposa, tiene una doble vida. Nadie sabe lo que usted ha hecho, pero, no puede esconderse de sí mismo. Usted no tiene paz porque la conciencia que Dios puso en nosotros nos acusa y usted siente eso cuando ora. A veces, usted ya no ora más porque su conciencia sabe que vive una doble vida. Por ello, sus oraciones son mudas y usted comienza a vivir en la dependencia de sí mismo. Principalmente, usted que conoce la Palabra de Dios, que es cristiano, obrero, miembro, pastor, un oficial de la iglesia. Y, peor aún, si conoce la Palabra y la predica para otras personas, porque le añade a su vida el pecado de la hipocresía. De esta forma, usted multiplica sus pecados. Sin paz, acumula continuamente un error sobre otro error. ¿Cuál es la solución?
El salmista dijo: “Mi pecado Te declaré, y no encubrí mi iniquidad.”. La solución para que pueda salir de ese infierno particular en el que vive es que confiese, que diga la verdad. Usted debe limpiarse. La limpieza espiritual del alma se realiza a través de la confesión y del abandono del pecado. Su vida no avanzará si usted es rehén del diablo, que es el acusador. Su fe es débil y, ¿sabe por qué? Porque oculta un pecado.
A través de esta Palabra, Dios ahora le da a usted, tal vez, la última oportunidad para que pueda salvarse. Si usted la aprovecha, la paz regresará a su interior, porque no hay nada mejor que la paz después de la confesión. De lo contrario, seguirá con ese infierno en su interior mientras viva y, cuando muera, en el infierno verdadero.