“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.”
Pablo recibía relatos sobre la dificultad de la evangelización en Corinto, ciudad griega. Y dejaba en claro: no importa qué palabras usted use, no va a alcanzar el corazón de alguien si no fuera verdaderamente devoto, si no ama lo que está haciendo y ama a la persona a la cual le está pasando el mensaje. Sin amor, será solo un barullo más en medio de tantos otros.
“Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.”
El conocimiento no trae la Salvación. Es una importante herramienta en la búsqueda por sus objetivos, pero lo que establece sus metas debe ser fundamentado en el amor, primeramente por Dios, y, seguido, por sus semejantes.
“Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.”
Porque vale más el que da su ofrenda en silencio que el que hace escándalo sobre ella. Debe ser hecha con amor. Al escribir esas palabras, Pablo recordó cuando su Maestro dejó en claro que la mano izquierda no debe saber lo que hace la derecha. Si distribuye sus bienes, hágalo con amor y serenidad.
“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”
Aunque la evangelización exija trabajo del evangelizador, es necesario ir adonde está el alma, física y celestialmente. En ese camino, las dificultades aparecerán y será necesario el amor por Dios para superarlas.
“El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.”
Alrededor del año 55, las palabras de Pablo fueron dirigidas a los que tenían dificultad en mantener a los fieles en el camino correcto y obtener más almas para el Reino de Dios. La carta con consejos y enseñanzas es larga, y cada palabra exigió reflexión del apóstol, en ese entonces con 50 años de edad. Después de todo, era uno de los responsables por presentar a Cristo a los gentiles. Continuar la Obra del Señor.
“Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.”
“Fe”, palabra proveniente del latín “fidelitas”, que significa “Fe” o “Adhesión”. El mismo origen de la palabra “Fidelis”, que significa “Fiel” y “Verdadero”.
“Esperanza”, nacida del latín “Spes”, significando “Confianza en algo positivo”.
El amor no necesita explicación. Se originó en Dios y es el mayor sentimiento, que permanece y nos mueve.
(*) Corintios 13