Las decisiones forman parte de lo cotidiano de cualquier ser humano. Desde el momento en el que nos levantamos de la cama y elegimos qué vestir, qué comer, qué hacer, qué estudiar y a dónde ir. Además necesitamos pensar si vamos a llamar a un amigo, si vamos a la fiesta de la empresa o al cine, si vale la pena aceptar la nueva propuesta de empleo o continuar invirtiendo energía en el trabajo actual.
Existen elecciones que demandan más cautela y, por eso mismo, terminan llevando más tiempo o provocando cierta ansiedad. ¿Quién nunca sintió un frío en el estómago antes de cerrar un contrato o aceptar un nuevo desafío? Celar para realizar la mejor elección es algo normal e incluso instintivo, ya que así nos protegemos de posibles riesgos.
El problema es cuando la duda comienza a dominar todas las decisiones. Dudar es vacilar, hesitar, desconfiar, titubear. Quien no se siente seguro para continuar y decidir, termina estancado. La duda es la responsable de trabar proyectos y atrancar nuevas ideas. Entre la inseguridad sobre las consecuencias de las propias elecciones y el miedo a equivocarse, los indecisos dejan pasar muchas oportunidades en la vida profesional y personal.
¿Pero cómo identificar si la cautela está transformándose en una indecisión? El neuropsicólogo y licenciado en Familia de la Sociedad Contemporánea, Leonardo Cavalcanti Pinheiro, afirma que celar nuestras actitudes es inclusive recomendable, pero no puede paralizar a la persona. “Vivimos en un mundo más inmediatista en comparación a 20 años atrás, lo que sugiere el aumento de la competencia y de la competitividad, además de la urgencia de resolver problemas y decisiones. Eso no quiere decir que no podamos tener cuidado con nuestros actos, analizar los riesgos. Pero es importante identificar cuando estamos perdiendo o paralizándonos en pro de una búsqueda de la perfección en nuestras decisiones”, dice el especialista. Quien tiene muchas dudas corre el riesgo de quedar atrás.
Un cargo de decisión
Saber tomar decisiones es el requisito principal para ocupar cargos políticos como el de presidente de Estados Unidos. Las elecciones del jefe de la Casa Blanca puede cambiar el rumbo de la política y de la economía en todo el mundo. Y fue justamente un tema de decisión – mejor dicho, de indecisión – por el cual el presidente Barack Obama recibió más críticas en los últimos meses. La discusión giró alrededor de las opciones militares americanas para intervenir Siria, país que sufre hace casi 3 años una guerra civil, que provocó hasta hoy, más de 100 mil muertes.
Algo personal
Grandes o pequeñas, las decisiones tienen que tomarse para resolver problemas o, simplemente, para que la vida siga el rumbo que deseamos. Tener en las manos el poder de decisión, volvernos más dueños de nuestro propio destino y, de cierta forma, más libres.
En algunos casos, las decisiones también demandan una buena dosis de coraje para enfrentar opiniones contrarias. Decidir no es tan simple. Pinheiro destaca que este es un acto que involucra diferentes aspectos, que van desde la mejor estrategia a adoptar, al estado emocional y psicológico del individuo.
Elegir es algo muy particular. Eso significa que una misma decisión puede ser óptima para una persona y pésima para otra. Por ejemplo: mientras unos creen que deben invertir el aguinaldo en un viaje, otros creen que la decisión correcta es poner el dinero en una cuenta bancaria de ahorro y algunos consideran que comprar cosas para la casa es la mejor opción.
De la duda al sufrimiento
Pinheiro recuerda que la indecisión puede estar relacionada al sentimiento de inseguridad y a la denominada “auto eficacia empobrecida”, que tiene lugar cuando no creemos que somos capaces de resolver un problema. Si la duda persiste, le abre un espacio a un círculo vicioso de comportamientos negativos que provocan más y más inseguridad.
“La indecisión puede comprometer la salud psíquica del sujeto y perjudicar sus relaciones sociales, causando problemas que van desde la baja autoestima a dificultades más graves como un trastorno en el humor, ansiedad, entre otros”, destaca Leonardo Cavalcanti Pinheiro.
A pesar de provocar trastornos, la indecisión puede frenarse en pro de una vida con más realizaciones. El neuropsicólogo revela que existen técnicas y estrategias que ayudan a los indecisos a pensar y a actuar de una manera más positiva, huyendo de las trampas que llevan a la duda. Trabajar la autoestima y el perfeccionismo también es otro camino, sin dejar de aprender a identificar los pensamientos negativos que provocan la indecisión.
¿Con qué ropa?
El auxiliar administrativo Anderson Félix, de 20 años, vivió el sufrimiento provocado por la indecisión. Elegir su propia ropa e incluso qué comer era un verdadero dilema cotidiano, en la vida del muchacho. “Yo tenía miedo de decidir y dependía de la decisión de las demás personas, no era independiente para nada. Le pedía ayuda a mi mamá y a mis amigos para elegir qué ponerme, perdía tantas horas para tomar decisiones que llegué a faltar a mis compromisos”, recuerda.
Cuenta que el miedo de no agradar a todos, lo llevaba a renegar su propia opción. “Antes, quería agradar, era inseguro y siempre evaluaba lo que pensarían las personas, antes de dar un paso. Hoy estoy cambiando eso y busco mi satisfacción, no importa lo que los demás digan”, enseña.
La transformación en la vida de Anderson sucedió cuando comenzó a arriesgar más y a confiar en sí mismo. “Lo fundamental fue enfrentar las cosas. Comencé a intentarlo aun sin tener la seguridad del resultado, y simplemente, lo hacía. Siempre que decidía algo con firmeza, funcionaba y aquello me motivaba a proseguir”, afirma. Con el pasar de los meses, Anderson fue adquiriendo confianza, consiguió un empleo y hoy es responsable de supervisar algunas tareas en su sector. “Me perdí muchas experiencias por falta de iniciativa o miedo, pero hoy sé hacer mis elecciones”, concluye el joven, seguro de que tomó la mejor decisión.
El penal perdido
El año era 2011. La Selección Argentina se enfrentaba a Uruguay por la semifinal de la Copa América. Después del empate en un gol, en el tiempo reglamentario y en el tiempo extra, el resultado se decidió por penales. El jugador Tévez, uno de los mejores de su grupo para patear penales, fue el tercero. En pocos segundos, la expectativa de millones de hinchas terminó. Carlitos erró el penal, Muslera lo detuvo con una parada magistral. Tévez estaba decepcionado con la descalificación de Argentina, el organizador de la Copa.
Tal vez, la presión por el resultado y la falta de seguridad habían trabado la patada acertada. Para garantizar un penal, un jugador necesita tener mucha confianza para decidir, en pocos segundos, el mejor ángulo y la intensidad exacta de la patada. La “regla” también vale para la vida de cualquier persona: cualquier decisión depende de mucha convicción y firmeza.
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