“El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. He aquí Yo vengo pronto, y Mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último. Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.”
(Apocalipsis 22:11-14)
Las personas se preocupan mucho por el fin de año. Se preparan para ese fin, saben que así como un año se termina, otro comienza, y quieren asegurarse de que el próximo año será mejor que el anterior. Sin embargo, pocos notan otro fin. El mundo como lo conocemos, en breve, acabará. Y, para muchos, el fin de su propia vida llegará incluso antes. Todos caminamos hacia el fin. Inevitable fin. Pero pocos son los que se preparan para el fin de una vida y el inicio de otra. Vida eterna. En el cielo, para los que vivieron en obediencia a la Palabra de Dios; o en el infierno, para los que vivieron en desobediencia.
El Señor Jesús viene. En breve, los que se negaron a sí mismos y vivieron por la fe, se encontrarán con Él en las nubes. Si queremos la vida eterna, debemos seguir practicando la justicia y santificándonos, es decir, separándonos de este mundo de injusticia, para recibir el galardón que nos fue prometido. La eternidad con Dios. Es por eso que busco pasar el fin de año en la presencia de Dios. No hay nada más valioso o más importante. No hay nada más que me acompañará hasta la eternidad.
Medite en el texto bíblico de hoy y haga su parte para asegurar su derecho de entrar por las puertas, como hijo de Dios, en la Ciudad Santa, en la Gloria de Dios.
Hoy es el último día del año. ¿Usted sabe cuándo será su último día en este mundo?
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo