Saber leer es la base fundamental para la adquisición del resto de los aprendizajes.
Hoy en día, en la escuela los docentes inician a los niños en la lectura desde los primeros años de educación infantil. Pero el papel de las familias también es importante para favorecer el desarrollo de la competencia lectora. Los especialistas afirman que desde los hogares se puede entrenar a los más pequeños en algunas de las habilidades facilitadoras de la lectura mediante actividades, juegos y estrategias adecuadas.
Estimular en la familia
Sin embargo, tal como apunta Carlos Gallego y confirman distintos estudios e investigaciones, otras actuaciones previas al desarrollo del aprendizaje lector formal sí tienen un efecto favorable sobre la futura competencia lectora del niño. Estas actuaciones llevadas a cabo desde la familia y el contexto natural que rodea a los más pequeños, además de facilitar el aprendizaje posterior, ayudan a que los niños se familiaricen con la lectura y aprendan a disfrutar con ella.
El simple hecho de compartir situaciones de lectura entre padres e hijos, oír a los adultos contar historias y nombrar imágenes, jugar con las letras o tan solo detenerse a observar y comentar las ilustraciones de un cuento permite entrenar algunas de las habilidades previas que facilitan la lectura, como la percepción y discriminación auditiva, la comprensión oral, la atención o la identificación visual.
Actividades de lectura en el hogar
El objetivo de las familias para ayudar a desarrollar las habilidades lectoras de los más pequeños debe orientarse sobre todo a generar curiosidad por la lectura e interés y atracción por los libros y el lenguaje escrito. Esto se puede alcanzar con distintas actividades:
– Leerles un poco cada día: escoger un momento tranquilo, como el rato antes de irse a dormir, para empezar a leerles pequeños cuentos adaptados a su edad. Esta práctica les permitirá asociar la lectura a un acto placentero y comenzar a asociar los sonidos con las palabras.
– Hacerles ver la utilidad de la lectura: la palabra impresa no solo está presente en los libros, sino también en multitud de objetos y espacios cotidianos. Los padres pueden empezar a enseñar la asociación entre el lenguaje oral y escrito si hacen partícipes a los niños de estas situaciones de lectura. Pueden leer con ellos los carteles de las calles, de las tiendas o las etiquetas de los alimentos. Otra opción es colocar etiquetas con letra grande y clara en varios objetos de la casa.
– Juegos de letras: distintos juegos ayudan a aprender a reconocer las letras del alfabeto y a asociarlas con palabras completas. Algunas propuestas interesantes para jugar con los niños son el juego del “veo, veo”, las “palabras encadenadas” o el deletreo de nombres y palabras.
– Lectura con pictogramas: los cuentos con pictogramas incluyen imágenes comprensibles para los niños que pueden sustituirse por la palabra que les corresponde. Estas lecturas se convierten en una herramienta motivadora ya que, aunque no sepan leer, les hace partícipes y no meros espectadores del proceso lector.
– Predicar con el ejemplo: crecer en un ambiente lector es uno de los factores contextuales que más inciden en el futuro rendimiento lector de los niños. Los padres deben hacer partícipes a los pequeños de sus tiempos de lectura, comentar con ellos lo que leen, ayudarles a crear su propia biblioteca y llevarles a conocer los espacios públicos -librerías y bibliotecas- donde se accede a la lectura.