En todo lo que hacemos es importante buscar buenos ejemplos. En el aspecto profesional, buscamos seguir los consejos de buenos líderes. En la escuela, buscamos referencias de autores y profesores importantes. Así también es en la vida personal y, principalmente, en el aspecto espiritual.
En esta última área, la propia Biblia nos indica los ejemplos a seguir y uno de ellos es Abraham. Está escrito en Isaías 51:2: “Mirad a Abraham vuestro padre, y a Sara que os dio a luz; porque cuando no era más que uno solo lo llamé, y lo bendije y lo multipliqué.”.
Abraham quedó en la historia por haber obedecido y haber probado su fe al máximo. ¿Qué es lo que su historia y ejemplo de fe pueden enseñarnos? En su blog, el obispo Macedo lo explica: “Dios sabe todas las cosas. Él logra ver todo, aunque sea invisible o por más escondido que pueda estar. Al contrario de nosotros, que solo podemos tener el pleno conocimiento de algo si esto está en el campo físico, como nosotros lo estamos. Es por eso que usted no necesita probarle su fe a Dios –Él ya sabe exactamente cómo es. Pero usted necesita probar su fe a sí mismo– porque nunca sabrá cómo esta es hasta que la materialice.
Cuando Dios le pidió a Abraham que Le entregara a Isaac en sacrificio, Él sabía que Su siervo sería capaz de entregarle a su hijo, pero era necesario que el propio Abraham lo supiera también. Era necesario que él tomara conocimiento de su fe, pues solo así sabría que las bendiciones serían una reacción de Dios a su actitud. Entonces, finalmente entendería que todo lo que le gustaría que sucediera en su vida dependía exclusivamente de él. Abraham solo descubrió su potencial y lo que era capaz de provocar cuando materializó su fe.
Solo tomamos conocimiento de la fe que existe dentro de nosotros cuando la exteriorizamos por medio de una actitud. Y solamente cuando existe esa actitud, cosechamos los frutos, y podemos notar que estos son resultados de aquello que hicimos –una reacción de Dios a nuestra acción. Es entonces que descubrimos que todo lo que queremos depende de nosotros– y no de Dios. Pasamos a estar conscientes de nuestra participación y del poder que existe en nuestro interior.
Las personas que están de brazos cruzados esperando a que Dios haga algo por ellas son justamente las que no materializan la fe. Estas optan por mantener su creencia guardada dentro de sí y, así como su fe, sus sueños también permanecen dentro de ellas, sin que se realicen en el campo material. Si Dios les respondiera solo por el hecho de conocer la fe que tienen por dentro, entonces nunca sabrían que sus vidas dependen de sí mismas, y ni siquiera harían su parte –si ya no la hacen sin la respuesta de Dios, imagínese si fueran respondidas.
La forma en la que Dios trabaja es perfecta e inteligente. Él quiere que sepamos lo mismo que Él sabe, por eso nos invita a materializar la fe. Dios logra ver todo nuestro potencial, y no solo quiere hablar con nosotros sobre esto: Él quiere que lo veamos también de forma física, concreta e incontestable.
Después de probarse a sí mismo la propia fe, es imposible dejarse quebrantar por lo que fuere. Dios sabe cómo es, pero usted no. Es por eso que Él lo invita a descubrirla. Ahora, la decisión es suya: ¿va a materializarla y a cosechar los frutos o a esconderla para morir esperando?”.
Dios sabe todo lo que usted es capaz de hacer, ¿y usted? Deje de lado sus prejuicios, miedos y dudas, y busque superarse en todo, de esa manera, estará haciendo su parte y obligando a que el Todopoderoso haga la suya.
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