Uno de los mayores problemas de las personas siempre fue la deficiencia en la comunicación. No logran (o no se esfuerzan para) comprender lo que el prójimo quiere decir y también fracasan en expresar sus pensamientos.
Aún sin querer, comunican ignorancia, arrogancia, estupidez y otros atributos no admirables. Rompen amistades. Siembran contiendas. Generan peleas. Ofenden a seres queridos. Pierden la admiración de quien los observa.
Todos somos víctimas y culpables de eso al mismo tiempo. Es un mal del ser humano.
Pero esto no es una excusa para no mejorar. El primer paso es reconocer la importancia de comunicar bien. Entender y hacerse entender. Reconociendo eso, podemos ir afilando nuestras habilidades de comunicación: oír, hablar, escribir, leer, comunicar con el cuerpo y con la apariencia, con el tono de voz, con la brevedad, con la claridad, con el contenido, con el silencio… Hay muchas áreas que forman la buena comunicación donde podemos mejorar.
Reconozca que lo necesita. Identifique sus puntos débiles. Comience a hacer algo al respecto.
Muchas cosas en su vida pueden cambiar para mejor si usted mejora su comunicación.
Extraído Blog Obispo Renato Cardoso
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