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Muchos «cristianos» adoptan una apariencia religiosa para ejecutar sus propios deseos por encima de la voluntad de Aquel a quien dicen considerar como Señor. Estos son los que, aunque acumulan grandes obras y alcanzan el reconocimiento de los hombres, alimentan en su interior el orgullo, que les impide someterse a Dios en obediencia a Su Palabra y poner en práctica la pureza de corazón. Sin un espíritu humilde, es imposible alcanzar el Reino de los Cielos (Mateo 5:3) independientemente del cargo, título o posición de la persona.
«Porque desde el menor hasta el mayor, todos ellos codician ganancias, y desde el profeta hasta el sacerdote, todos practican el engaño. Y curan a la ligera el quebranto de mi pueblo, diciendo: “Paz, paz”, pero no hay paz.» Jeremías 6.13,14.
Además, sin darse cuenta, los que se conforman con su condición de falsa santidad y menosprecian la paz, es decir, el perdón, también desprecian al Altísimo, convirtiéndose en aliados del mal.
Lo que necesita saber:
Solo el Espíritu Santo puede otorgarnos a nosotros, seres humanos, la garantía de pertenecer a Dios. Él es el Único capaz de darnos la humildad, la valentía y la autoridad para perdonar y, de la misma manera, recibir el perdón.
Ante esto, evalúe si ha priorizado un corazón según el del Altísimo (puro) o si simplemente se ha preocupado por su apariencia y religiosidad. Libérese del odio, del rencor o de los resentimientos que ha alimentado en su interior. ¡Perdone y alcance la paz!
«No hay paz para los malvados —dice el Señor.» Isaías 48.22
Una invitación especial:
Si tiene dificultades para perdonar, pero desea encontrar la cura interior, participe del Domingo del Perdón. El evento especial tendrá lugar el próximo domingo, 21 de abril, en todos los templos de la Universal.