“Encomienda al Señor tu camino, y confía en él; y él hará”. (Salmos 37:5).
En este pequeño versículo hay un gran secreto: Descansar en Dios. Y sólo observar la secuencia de los verbos: Entrega, confía y hará.
La entrega viene antes que nada, porque si no se entregan las preocupaciones a Dios, Él no podrá solucionarlos, porque Él quiere ver la actitud de entrega y el corazón tranquilo.
Después viene el verbo “confiar”, que es tener fe, esperar, tener confianza, entregarse a los cuidados de alguien, en este caso, de Dios.
No sirve entregar sin confiar, pues usted estará inseguro en cuanto a si el problema será verdaderamente resuelto o si el milagro sucederá o no, y deseará hacer las cosas a su manera, con sus propias fuerzas, sacando todo de las manos de Dios.
Entregarse y confiar, sólo después de eso, Él hará.
Etapas
Hay fases en nuestra vida que tenemos que pasarlas para aprender a entregarnos, confiar y saber que Él hace y puede hacer todas las cosas.
Un ejemplo de sufrimiento es el de David relatado en 2 Samuel 12:15-25, cuando el hijo que tuvo con Bat-seba enfermó gravemente. Buscó a Dios, ayunó por la vida del niño, pero él murió siete días después.
¿Será que Dios no oyó la oración y el clamor de David? Claro que lo escuchó. David demostró entrega, confianza y Dios hizo lo que era mejor. De repente no fue así para los ojos del rey, que deseaba la vida de su hijo, pero los designios que Dios tenía para David y Bat-seba eran otros.
Aún así, con este final trágico, David demuestra confianza en los caminos del Señor, cuando decimos que aunque él continuara el ayuno, la voluntad de Dios estaba por encima de él. (2 Samuel 12:22-23).
Luego David y Bat-seba concibieron a Salomón que, según la Palabra, era el amado del Señor.
¿Cuántas oraciones y ayunos se hacen para tener una respuesta? Dios habla, pero hay poca gente dispuesta a oír, porque el ser humano piensa que su elección es mejor que la de Dios.
Es necesario tener fe para entregarse, confiar y ver a Dios realizando lo mejor para su vida. Todo es cuestión de dejar el ego de lado y creer que su vida no es más suya, porque pasó a ser la de Dios, que como padre amoroso, sabe exactamente lo que es mejor. Basta esperar.