La autojustificación, es decir, las justificaciones que dan Sus siervos, porque:
- Quien se justifica ya no está en la fe.
- Quien se justifica ya no está en la dependencia de Dios.
- Quien se justifica ya no confía que Dios lo Justificará.
Así, surgen las murmuraciones, las frustraciones, la malicia y el desánimo por parte de algunos. Se volvieron justificadores, cuando deberían haberse vuelto Justos. No debemos confundir justificador con ser justo.
Observá lo que dicen las Sagradas Escrituras:
“Ahora bien, sabemos que cuanto dice la Ley, lo dice a los que están bajo la Ley, para que toda boca se calle y todo el mundo sea hecho Responsable ante Dios…”. Romanos 3:19
Cuando la boca busca justificarse es porque las obras de la fe están ausentes y la persona busca explicarse, justificar su falta de confianza, disminuir la gravedad de sus errores, excusarse de sus responsabilidades, demandar sus derechos, que se pierden cuando no obra su fe.
Todos somos responsables delante de Dios de nuestras acciones y reacciones.
“Porque por las obras de la Ley ningún ser humano será justificado delante de Él; pues por medio de la Ley viene el conocimiento del pecado”. Romanos 3:20
Cuando buscamos justificarnos es porque no estamos seguros de que nuestras obras hablarán por sí solas, de esta manera, basamos nuestros derechos en el trabajo, el esfuerzo en las obras, y no en las Obras de fe, que se comprueban a través de la confianza.
“Pero ahora, aparte de la Ley, la Justicia de Dios ha sido Manifestada, atestiguada por la Ley y los profetas…”. Romanos 3:21
Esta es la prueba de que las obras de la fe son las obras por haber obedecido a Dios según Su Palabra, no según nuestros deseos, inclinaciones y necesidades.
Cuando nuestra fe es atestiguada, testificada, confirmando que nuestras obras (acciones) fueron completas, que nuestra Obediencia a la Voluntad de Dios ha sido incondicional, la Justicia Divina prevalece en nuestra vida y todos la ven.
“… es decir, la Justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen; porque no hay distinción…”. Romanos 3:22
La Justicia Divina no hace distinción, pero solo llega y prevalece en la vida de los que, por medio de la Fe en Jesucristo, sacrifican, se entregan y confían incondicionalmente.
A ejemplo del Señor Jesús, que no Se justificó, porque Sus Obras ya lo hacían por Él. Aun muriendo injustamente, Resucitó Gloriosamente.
“… por cuanto todos pecaron y no alcanzan la Gloria de Dios, siendo justificados Gratuitamente por Su Gracia–Misericordia por medio de la Redención que es en Cristo Jesús…”. Romanos 3:23-24
Esta Justicia Divina está al alcance de todos a través de la fe sincera para Glorificar a Dios, y no para tener sus sueños realizados. Por medio de esta fe, alcanzamos la Redención, somos Libres del mal.
“… a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por Su Sangre a través de la fe, como demostración de Su Justicia, porque en Su Tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente…”. Romanos 3:25
La vergüenza de la injusticia se exhibió públicamente cuando las personas eligieron las tinieblas –lo malo– y despreciaron la Luz –Jesús–, pero Su Sangre Derramada en Sacrificio Vivo fue para que nosotros hiciéramos lo mismo por Él, por nuestra alma.
“… para demostrar en este tiempo Su Justicia, a fin de que Él sea Justo y sea El que justifica al que tiene fe en Jesús”. Romanos 3:26
Aquí está la prueba de que Él Hizo, Hace y Hará que Su Justicia prevalezca en la vida de todos los que asuman la misma fe en Él. La Fe Justa, acompañada de obras que, por sí solas, ya hablan.
“¿Dónde está, pues, la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿La de las obras? No, sino por la Ley de la fe”. Romanos 3:27
Y así, ya no hablará soberbia de las obras sin fe, y nadie podrá decir: “Hice esto, hice aquello”; “Hice esto, hice lo otro”, sino que las obras de la fe hablarán por nosotros.
¿Cuál es la Ley de la fe?
La ley de la obediencia incondicional a la Voluntad de Dios. Esto es lo que nos lleva a nosotros, siervos de Dios, a sacrificar, como lo Hizo el Señor Jesús.
Evaluá tu condición delante de Dios; preguntate a vos mismo:
“¿Estoy siendo justo o injusto en mis actitudes?”; “¿En qué Lo puedo estar desagradando?”; “¿Estoy dando lugar a la duda?”; “¿Tengo fe, pero no confío plenamente en Él, en Su Poder?”; “¿Cómo me ve mi familia, los que me rodean?”; “¿Mi corazón, mis ojos están limpios?”; “¿Estoy mostrando a Dios a través de mi carácter o Lo estoy avergonzando?”; “¿Me esmero en mi trabajo, en mi vida profesional?”; “¿Cuido mi salud, mi cuerpo, que es el Templo del Espíritu Santo?”.
Antes de exigirLe a Dios Su Justicia en nuestras vidas, debemos corroborar si estamos siendo justos con Él, con nosotros mismos y con los demás.
Si obedecemos a Dios, incluso sin entender, sin pedirLe explicaciones, Él nos justifica. En otras palabras, nos libra de la injusticia, nos honra y, con nuestro testimonio, Lo glorificamos y somos testigos de Su Grandeza.
Obispo Júlio Freitas