Solo hay dos tipos, leé esta nota y reflexioná al respecto
En uno de los últimos mensajes de la Palabra Amiga del obispo Macedo, él explicó que en el mundo hay dos tipos de personas: la que es alma viviente y la que es espíritu vivificante.
La primera tiene origen adámico, por lo tanto, posee la naturaleza de Adán y Eva; la segunda es la que nació del Espíritu Santo.
“Así también está escrito: El primer hombre, Adán, fue hecho alma viviente. El último Adán, espíritu que da vida. Sin embargo, el espiritual no es primero, sino el natural; luego el espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre es del Cielo”. 1 Corintios 15:45-47
Es decir, todos tenemos el origen terrenal hasta que tengamos la experiencia del nuevo nacimiento y nos volvamos espíritu vivificante.
La persona que es alma viviente es sentimental, influenciada por sus emociones, cuyas decisiones se toman según la voz del corazón.
Si reconocés que aún sos alma viviente y deseás convertirte en espíritu vivificante, comenzá ahora mismo a vivir en la obediencia a la Palabra de Dios, entregate totalmente a Él y, ciertamente, el Espíritu Santo generará en vos el milagro del nuevo nacimiento.
El último Adán, que es Jesús, generó espíritus vivificantes. Jesús fue generado por el Espíritu Santo y, por la fe, también generó, por medio del Espíritu Santo, personas que son espíritu vivificante.
El hecho de que seas una buena persona no cambia tu condición de alma viviente, tu naturaleza sigue siendo terrenal, una naturaleza egoísta que solo te hace mirar hacia tu propio ombligo y querer satisfacer solo tus caprichos. Si sabés que sos una persona egoísta, tené en cuenta que aún no naciste de Dios.
Hay personas que están dentro de la iglesia hace mucho tiempo, que ganan a otras para Jesús, pero ellas mismas siguen siendo terrenales, por eso no soportan pasar por el desierto.
Sin embargo, la persona nacida del Espíritu Santo es fuerte. Ella pasa por el desierto, sufre las aflicciones, las injusticias, las calumnias, pasa por los “hornos” de la vida, pero nada logra destruirla, porque es espiritual. En otras palabras, es espíritu vivificante y trasborda agua viva adondequiera que esté, porque refleja la imagen del Altísimo.
Participá de las reuniones del Encuentro con Dios, todos los domingos en el Templo de los Milagros, o en la Universal más cercana a tu domicilio.