Hace algunos años hemos oídos a los científicos afirmando que la música tiene un gran poder.
Basados en esa información, las madres acunan a sus bebés, aún en el vientre, al son de clásicos; los gimnasios estimulan a los alumnos a entrar en ritmo y a hacer más gimnasia; los bares y las discotecas descubrieron que cuanto más música, más horas de consumo; los artistas entendieron que cuanto más se lleva al lado emocional, más éxito; y no faltan ejemplos de cómo la música es usada para atraer y manipular a las personas.
La música ya es conocida por el ser humano hace mucho tiempo, pues los instrumentos eran tocados en las batallas, en las conmemoraciones, en las solemnidades y en las fiestas.
Después de atravesar el Mar Rojo y vencer el ejército del faraón, los hebreos cantaron y bailaron con sus tamboriles.
El rey David tocaba el harpa y oraba para aliviar el tormento del alma de Saúl. Sus oraciones se transformaron en enseñanzas y son valiosas hasta hoy.
No sé si ya se dio cuenta, pero todos nosotros somos musicales de nacimiento y difícilmente pasamos el día sin cantar o silbar algo.
La música inmortaliza un mensaje, fija una idea, transporta la mente, calma, inspira decisiones, suscita sentimientos…
Recuerdo que ni bien llegué a la Iglesia me memoricé fragmentos preciosos de la Biblia y que era movida a la oración. Estuve casi un mes cantando un antiguo himno “Yo te amo” para declararle mi amor al Señor Jesús y recibir el Espíritu Santo.
¿Ya se dio cuenta de que cada etapa de nuestra vida tiene una canción que la marca? La música es tan preciosa que continuaremos teniéndola en el cielo, sin embargo, los que vayan al infierno perderán ese placer.
El sonido es una energía que puede poner a una persona en estado de tranquilidad, pero puede despertar una guerra interior.
Usando este instrumento, el diablo ha comandado a millones de mentes de todas las edades, conforme a su querer. Eso significa que, así como la música puede generar un bienestar, también puede contaminar. Aquellos que quieren mantenerse bien espiritualmente deben celar por sus palabras, pensamientos y también oídos.
Vivimos en la era del auricular. Millones de personas pasan horas oyendo canciones. Puede estar seguro de que, incluso sin notarlo, la música lo influencia de alguna forma.
Para terminar, una reflexión más: podríamos tener hoy canciones de la más alta calidad, de todos los ritmos, expresando nuestra fe y valores.
Lamentablemente, hemos oído y cantado canciones antiguas porque ha faltado más inspiración y espiritualidad en nuestros compositores.
La fuente que rebosó en el pasado continúa rebosando hoy. Quizás estén en falta los cristianos desinteresados de fama o dinero y que tengan un único interés: promover el Reino de Dios.