Usted ya debe haber oído hablar de la palabra “Trinidad”. Aunque no esté literalmente descripta en la extensión de la Biblia, está presente en todo el Texto Sagrado. Su concepto se revela en varios pasajes, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.
La “Santísima Trinidad” significa que Dios es Único, pero, al mismo tiempo, es un Ser presentado al hombre en tres Personas: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Esta idea puede parecer de difícil comprensión debido a nuestra limitación humana para entender ciertas realidades espirituales, pero solo necesitamos fe para creer en lo que es revelado en las Escrituras.
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza…” (Génesis 1:26).
Dios dijo “hagamos”, no dijo “hago”, eso habla de la Trinidad.
Usemos el agua como un ejemplo práctico, a fin de ilustrar un poco lo que es la Trinidad. En la naturaleza, podemos encontrar agua en tres estados físicos: líquido, sólido y gaseoso. En cualquiera de estos tres estados, el agua continúa siendo agua, habiendo preservado todas sus propiedades.
Del mismo modo, esta trinidad es vista en el ser humano. Basta con que el hombre se mire a sí mismo para darse cuenta de que está hecho de cuerpo, alma y espíritu. Los ojos físicos solo ven el cuerpo, pero ese cuerpo no se manifestaría ante el mundo sin un alma y tampoco tendría vida si no fuera por el espíritu.
Podemos afirmar, entonces, que la Salvación del alma es una obra de la Trinidad, es decir, es una cooperación y conexión perfecta entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Mientras que el Dios Padre ofreció a Su Unigénito para ser sacrificado, el Dios Hijo —el Señor Jesús— Se hizo hombre y cumplió la obra de redención al morir en la cruz por nuestros pecados.
Por Su parte, el Espíritu Santo, Aquel que vino después de la ascensión del Señor Jesús a los Cielos, Se encarga de aplicar todos los méritos y la justicia del Hijo en nosotros.
¡Qué grandioso privilegio! Somos seres tan defectuosos y pequeños, pero podemos tener todas las virtudes de la naturaleza Divina, expresadas en el Dios Padre, en el Dios Hijo y en el Dios Espíritu Santo, habitando dentro de nosotros. Es la gloria del Infinito dentro de lo finito. La Divina Majestad habitando en simples vasos de barro.
Cuando uno recibe el Espíritu Santo es Dios habitando dentro de uno, es el poder de Dios:
“…recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo…” (Hechos 1:8).
Una iglesia es fuerte cuando las personas reciben el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es todo, usted debe priorizarlo. Es Él Quien convence de juicio, justicia y pecado.
¿Cómo soportar ser culpado por algo que no ha hecho y quedarse callado? El Señor Jesús, los apóstoles y Sus discípulos lo soportaron porque eran bautizados con el Espíritu Santo.
La persona bautizada con el Espíritu Santo no se queja, no reclama, no hace justicia por sus propias manos, está firme, segura de que Dios es con ella en las buenas y en las malas, soporta incluso la muerte porque sabe que pueden matar su cuerpo, pero no su alma, está preparada para sufrir lo que sea, para dar la vida por el Señor Jesús.
Participe del Santo Culto, a las 9:30 h, en la Universal más cerca de su domicilio.