En 1 Corintios 13 se describe el amor que proviene de Dios. El pasaje bíblico se refiere a quienes aman, pero por el hecho de también haber sido amados y ser nacidos del Amor del Padre. Así, comprendemos que el Nuevo Nacimiento de una persona no es consecuencia de que realice algo a través de dones, hable en lenguas extrañas o forme parte de Su Obra —después de todo, el propio Señor Jesús les dijo a quienes decían que eran siervos, curaban y liberaban:
“… Jamás os conocí; apartaos de Mí…” (Mateo 7:23)—.
Quien nace de Dios, en realidad, deja las cosas viejas atrás y comienza a tener la naturaleza del Espíritu Santo y del Amor. Entonces, todo se hace nuevo (2 Corintios 5:17).
Quien realmente nace del Espíritu ve que su esencia y sus deseos empiezan a ser espirituales. No se deja llevar por el corazón, porque este es engañador. No le presta atención, incluso cuando ya tiene la naturaleza espiritual y, para eso, debe seguir caminando de acuerdo con la Mente de Cristo y tomando actitudes basadas en la fe inteligente.
Hay situaciones en las que terminamos tomando decisiones basadas en el corazón, pero después cosechamos las consecuencias de eso. Como ejemplo tenemos el caso de David, que era un hombre conforme al corazón de Dios, pero, cuando vio a Betsabé, les dio la espalda a su aspecto racional y a la Voluntad de Dios, se entregó a los deseos de su corazón y tuvo grandes y pésimas consecuencias (2 Samuel 11).
Con eso vemos que es necesario que cuidemos nuestra fe, para que esta no sea emotiva. Quien es nacido de Dios, por tener esa esencia espiritual que supera los sentimientos, logra vencer sus luchas cotidianas.
Por lo tanto, cuidá tu fe y tu alma, porque no hay nada más precioso. Obedecé la Voz de Dios y de la razón a través de la fe inteligente.
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