“Mas esto les mandé, diciendo: Escuchad Mi voz, y seré a vosotros por Dios, y vosotros Me seréis por pueblo; y andad en todo camino que os mande, para que os vaya bien. Y no oyeron ni inclinaron su oído; antes caminaron en sus propios consejos, en la dureza de su corazón malvado, y fueron hacia atrás y no hacia adelante.” (Jeremías 7:23-24)
¿Quién nos garantiza que haremos las mejores elecciones? Nadie. No mientras estemos solos. Sin embargo, el Espíritu de Dios es capaz de orientarnos en todas las decisiones. En nuestro intelecto, una voz suave nos da certeza o avisa: «por ese camino no». Como dice la Profecía: «Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda.» (Isaías 30:21)
La Palabra de Dios nos hace saber Su voluntad. Nos hace entender Sus pensamientos.
Quien le presta atención a la voz de Dios, es decir, quien obedece a Su Palabra, va hacia adelante. Enfrenta luchas, pero conquista. Su seguridad está en Dios, sus decisiones son basadas en los consejos de Dios.
Quien no le presta atención a la voz de Dios, es decir, quien no obedece a Su Palabra, va hacia atrás. Puede incluso conquistar algo, pero no logra retener todo.
Su seguridad está en sí mismo, en el dinero, en los amigos, en la familia. Sus decisiones se basan en los consejos de los demás o en sus propios consejos. No tiene coraje para depender de Dios. Esa es la dureza de su corazón maligno. Maligno y burro. El secreto del éxito no podría estar más claro: “Escuchad Mi voz, y seré a vosotros por Dios, y vosotros Me seréis por pueblo”.
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Quien le presta atención a la voz de Dios, anda hacia adelante.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo
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