A principios del mes de octubre, se lanzó en la Feria Internacional de Rehabilitación y Asistencia en el Hogar de Tokio, capital japonesa, la “silla del abrazo”. El producto fue desarrollado por una empresa japonesa y tiene la finalidad de ofrecerles comodidad a los ancianos y personas que viven solas.
Según la empresa, los puños del muñeco fueron pensados y creados de manera de imitar el abrazo de una madre, a fin de proporcionarle al usuario la misma sensación de protección y afecto que sentían cuando recibieron el abrazo materno.
La “silla de la tranquilidad”, como también la han denominado, tiene la pretensión de combatir la soledad.
El Único antídoto
Creer que un objeto dotado de abrazos artificiales es capaz de ponerle fin a un sentimiento tan complejo como la soledad es como mínimo menospreciar a las relaciones humanas.
No existen dudas sobre la importancia del abrazo. Incluso ya está comprobado científicamente – por medio de una investigación realizada por la Universidad Médica de Viena de Austria – que abrazar a alguien que amamos reduce las sensaciones de estrés, miedo y ansiedad. Lo que no ocurre cuando somos abrazados por una silla.
De acuerdo con el diccionario, la palabra soledad “es la carencia voluntaria o involuntaria de compañía. Pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien.”
La soledad, por lo tanto, es un sentimiento, y puede estar presente en una persona con vida social intensa y constantemente rodeada por personas que la quieren bien.
Para los especialistas, factores como el aislamiento físico, el divorcio, muerte de un ente querido y la edad avanzada contribuyen para el desencadenamiento de la soledad. Mientras que también puede atribuirse a factores internos, como la baja autoestima.
Es decir, la “silla de la tranquilidad” puede llegar a ofrecer algún beneficio, como por ejemplo, evitar que el anciano se caiga, pero, para la soledad solo existe un antídoto. Solo existe un medio capaz de saciar ese hambre del alma, y llenar el vacío existente dentro del ser humano que lo hace sentirse solo aunque esté acompañado. Ese antídoto es el Espíritu Santo.
“Y Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.” Juan 14:16-18
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