Cuando entregamos nuestras vidas al Señor Jesús, nos tornamos ciudadanos del cielo. Ya no pertenecemos más a este mundo o a un país. Pertenecemos a Dios. Somos forasteros, extranjeros en este mundo, y nos rehusamos a apreciar las cosas que este mundo aprecia. Cuando hablamos, lo hacemos por la fe y muchas veces no somos entendidos por los que están a nuestro alrededor, porque nuestras palabras y actitudes confunden a las personas, porque ellas fluyen de un corazón y mente donde Dios está en primer lugar.
¿Usted se considera un ciudadano del cielo? ¿Su salvación es más importante que el dinero, familia y posesiones? Si su respuesta es no, necesita urgentemente de ayuda.
Lo esperamos este domingo a las 9:30 en la Universal de Av. Corrientes 4070 y en todas las sedes que la Universal tiene a lo largo y a lo ancho del país.