Luisa Ortiz: “Hice mi sacrificio en la Hoguera Santa del Templo de Salomón porque los médicos me detectaron cinco quistes incrustados en el hígado y tenían que operarme. A consecuencia de eso estaba perdiendo muchísimo peso porque no podía comer. Dios obró el milagro, ahora me hice nuevos estudios y ya no tengo más los quistes, estoy recuperando mi peso y estoy totalmente sanada”.
Lina: “Hice mi sacrificio en la Hoguera Santa del Templo de Salomón por mi esposo que estaba enfermo de cáncer, cáncer terminal. Me decían que no tenía más solución, yo no acepté, le dije que iba a luchar. Y me lo mandaron a casa para morir.
Volvimos al médico, le hicieron nuevos estudios y los médicos comprobaron que el cáncer desapareció, no hay más cáncer. La gloria es para mi Señor porque los médicos y mis hijos no creían que se iba a sanar y él hoy está totalmente sano, el cáncer no está más”.
Bernarda: “Hice mi sacrifico en la Hoguera Santa del Templo de Salomón, a los pocos días de haber entregado mi sacrificio recibí una noticia de que mi madre había fallecido. En ese momento me puse a orar a Dios indignada, porque hacía ocho años que no veía a mi madre y tenía deseos de volverla a ver pero con vida, no muerta. Entonces, yo no acepté, me puse a orar, clamé a Dios y Le dije que quería volver a encontrarme con mi madre pero viva. Después de que transcurrieron diez minutos de esa oración, recibí una llamada de mi sobrina, que había recibido noticias de Paraguay, diciendo que mi madre había resucitado. Yo iba a ir a ver a mi madre muerta, pero gracias al sacrificio que hice voy a ir a ver a mi madre viva”.
Elida Ruiz Díaz, hermana de Bernarda comprueba que es real lo que afirma Bernarda: “Lo que ella está diciendo es verdad, yo recibí el mismo llamado diciendo que el médico salió a avisarle a la familia que mi madre estaba muerta. En ese momento viajé a Paraguay y cuando llegué constaté que mi madre estaba viva, ahí me acordé de la fe de mi hermana”.
Isidra: “Hice mi sacrificio en la Hoguera Santa del Templo de Salomón porque tenía a mi hijo en los vicios. Él siempre venía golpeado, desfigurado, siempre lo golpeaban. Hace ocho años que luchaba por él. Llegó a internarse en una granja donde estuvo con psicólogos y psiquiatras. Mientras estuvo en tratamiento ahí estuvo bien hasta que salió y volvió a lo mismo. Empezó con las malas juntas, empezó a salir, volvía otra vez todo golpeado, lastimado, ensangrentado. Nosotros ya no sabíamos qué más hacer con él. Él decía que veía bultos, que lo perseguían, que alguien lo corría, se le aparecían cosas, incluso tenía una opresión en el pecho que lo ahogaba. Tratamos de ayudarlo varias veces, pero él no salía, no había caso, siempre volvía a lo mismo. Cuando entregué mi sacrificio en el Altar, desde ese momento él cambió, dejó de tomar y ahora es otra persona. Tiene otro semblante, ya tiene ganas de vivir. Gracias al sacrificio mi hijo es una nueva persona”.
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