Recientemente, la organización T-Ayudo de Resistencia, Chaco, se dirigió al barrio Mapic para preparar una tarde llena de alegría, donde hubo payasos y juegos.
Se preparó una merienda para los niños y adultos que asistieron al lugar. Mientras todos merendaban, los colaboradores evangelizaron a las más de 100 personas que participaron del evento. También se ofreció un servicio de peluquería gratuito para los niños.
Luego se les invito a realizar una oración especial por la familia y, lo más importante, a entregar sus vidas en las manos del Señor Jesús.
Para finalizar se les hizo entrega de 150 bolsones de ropa. Todos se mostraron satisfechos y felices. Lo más importante fue que recibieron la Palabra de Dios y la oración que se realizó en favor de ellos.
Los Ángeles de la Calle no se detienen
Por diferentes circunstancias de la vida, Matías terminó viviendo en la calle. Gracias a Dios, hoy su realidad es otra y puede contar su historia: “Viví en la calle durante casi siete años, tomaba alcohol, me drogaba con todo tipo de sustancias, incluso paco, robaba para mantener los vicios.
Los días de lluvia eran horribles, tenía que buscar un techo para pasar la noche, correr de un lado al otro con lo poco que tenía, además no dormía bien porque tenía que cuidar mis cosas, no es para nada fácil. Quise suicidarme tres veces. En dos ocasiones, tirándome debajo de un colectivo y una más, arrojándome al vacío desde el puente Nicolás Avellaneda, en La Boca, pero una persona me agarró.
Tuve una vida dura, en cuatro meses perdí a toda mi familia, mi papá se suicidó, mis hermanos fueron asesinados y mi mamá murió cuando yo tenía un año. Eso me llevó a la calle.
El momento más difícil que pasé fue cuando vinieron dos personas a querer sacarme mis cosas. Tuve que pelearme, me lastimaron, me robaron todo, estuve internado durante una semana en terapia intensiva, pero gracias a Dios eso cambió.
Los Ángeles de la Calle del T-Ayudo me hablaron en Once, dentro de la estación, me ofrecieron un desayuno y me hablaron de Dios. Ese mismo día vine a la iglesia, pero al principio no quería saber nada con Dios. Pensaba que en la iglesia eran todos ladrones. Estuve así durante un año, hasta que no di más, me humillé ante Dios, me quebré y de a poco empecé a cambiar. Hice mis cadenas de miércoles, viernes y domingo y de a poco me empezaron a salir bien las cosas.
Hace ya seis años que estoy en la presencia de Dios, ya no consumo más drogas ni alcohol, no vivo más en la calle, alquilo mi casa, tengo trabajo, tengo tiempo para venir a la iglesia y ayudar a los demás, mi vida cambió, gracias a Dios”.
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