Finalizamos el miércoles con la reunión de los Gemidos del Alma, en el Templo de los Milagros.
Confiar en quien vemos y oímos es fácil, pero confiar en quien no vemos y tampoco oímos solo por la fe.
La fe es obediencia, pero no religiosa o emocional, sino revelada por el Espíritu de Dios.
Por tanto, desechando toda malicia y todo engaño, e hipocresías, envidias y toda difamación, desead como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis probado la benignidad del Señor. Y viniendo a Él como a una piedra viva, desechada por los hombres, pero escogida y preciosa delante de Dios, también vosotros, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. 1 Pedro 2:1-5
Dios respeta nuestro libre albedrío, por eso, es decisión nuestra si desechamos lo malo o lo conservamos. Desechar los malos pensamientos y malos sentimientos nos corresponde a nosotros.
La peor enfermedad es la malicia. Nadie queda exento de poder padecerla como los fariseos que juzgaban a la mujer que lavó los pies del Señor Jesús. Esta enfermedad debe ser desechada por completo.
Jesús Perdona, Acepta y Salva a los sinceros, es decir, a los que reconocen su real estado. Fue ellos que Él vino.
Debemos mirar para nosotros mismos y para las Promesas de Dios porque, solo deseando la Palabra de Dios para nosotros, con pureza, evitaremos caer. Debemos ser como niños que toman la leche sin reprochar ni quejarse. Así es como debemos tomar la Palabra porque solo así crecemos.
Dios no quiere que envidiemos porque Él quiere hacer cosas mayores en nuestras vidas que en las vidas de aquellos a los que nosotros miramos.
Así como tenemos libre albedrío y lo usamos para hacer lo malo, debemos usarlo también para hacer lo bueno. Debemos ser la piedra viva, que se deja lapidar y dar forma y no como la piedra muerta que se rompe y toma cualquier forma cuando se intenta lapidar.
Todos somos imperfectos, pero si nos dejamos lapidar, tomamos la forma que Dios quiere darnos. Nuestra vida y nuestro carácter debe reflejar al Señor Jesús.
Porque esta noche estuvo en mi presencia un ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: «No temas, Pablo; has de comparecer ante el César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo». Por tanto, tened buen ánimo amigos, porque yo confío en Dios, que acontecerá exactamente como se me dijo. Hechos 27:23-25
Debemos servir a Dios sin murmurar y siempre en obediencia a Él.
Dios mira los detalles y cómo hacemos las cosas para Él.