En el pensamiento colectivo se suele relacionar al pobre con el adicto, se cree que por su condición económica es más propenso a caer en una adicción. También se dice que en el otro extremo de la pirámide social se consume para “estar en onda”, sin embargo hay eventos en la vida de una persona que funcionan como disparadores y le abren la puerta al vicio.
Beatriz Peralta llevaba una vida normal, estaba casada, tenía un hijo y quien la veía nunca imaginaría que iba a terminar siendo una adicta al alcohol y la cocaína.
Sin embargo, un evento traumático la deprimió y fue ahí que ella comenzó a refugiarse en la bebida. “Estaba embarazada de una nena, pero murió al nacer”, cuenta Beatriz y revela cómo empezó a tomar: “necesitaba olvidarme del dolor que sentía y por eso comencé a mezlcar pastillas con alcohol”.
Con el tiempo, ese hábito se convirtió en vicio y provocó que Beatriz perdiera lo que más quería: “Perdí mi matrimonio, mi casa, mi familia y me quedé sola con un hijo”, recuerda. “Para colmo, quedé embarazada de una persona con quien no tenía una relación estable. Nadie quería darme trabajo y mis familiares me habían dado la espalda; estaba sola y con dos criaturas”.
Con las necesidades aparecen soluciones desesperadas que no suelen ser las mejores: “Empecé a prostituirme por hambre, la ambición me llevó a meterme con personas con más dinero, comencé a robar, a vender drogas, creía que era la forma de salir rápidamente de mis problemas económicos”, confiesa esta mujer, que comenzó a consumir marihuana y cocaína.
En un ambiente peligroso no hay margen para el error, por eso, Beatriz comenzó a agredir a las personas con armas blancas, “corría riesgo de perder a mis hijos, ningún juez permite que se crien con una mujer así”, reconoce, y afirma: “quería volver a tener una vida normal pero no podía, no encontraba la forma”.
En la Universal, Beatriz encontró la salida: “Entendí que había una solución, que no estaba todo perdido, aprendí a usar la fe, hice mis cadenas de oración. Así pude dejar los vicios, conseguí trabajo, un lugar para vivir, me aparté del entorno nocivo y empecé a disfrutar de mis hijos. Gracias a Dios no soy más esa persona que fui, tengo mi trabajo, mis emprendimientos y ahora disfruto una nueva vida”.
Si usted sufre por un vicio o tiene un familiar que no logra salir de una adicción, participe este domingo a las 15h en Av. Corrientes 4070, Almagro, y descubra que los vicios tienen cura.
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