“¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros Me estáis robando. Pero decís: ¿En qué Te hemos robado? En los diezmos y en las ofrendas. Con maldición estáis malditos, porque vosotros, la nación entera, Me estáis robando.” Malaquías 3:8-9
Cuando la persona coloca el diezmo y la ofrenda en el Altar, toda maldición es anulada de su vida. Todo lo que trababa o impedía su crecimiento, muchas veces, enfermedades, injusticias, bloqueo de oportunidades, pérdidas inexplicables, etc.
Es como si el Altar recibiera la propia vida de la persona y le garantizara lo que está escrito en la Palabra de Dios.
Si el oficial de la Iglesia, o quienquiera que sea, toca lo que fue entregado en el Altar, estará recibiendo toda la maldición de la que la persona se libró por la obediencia. O sea, la persona que diezmó u ofrendó será bendecida, pero quien robó traerá aquella maldición para su vida.
La persona puede incluso decir que era para enviarle a alguien que necesitaba o para garantizar su futuro, sin embargo, lo que está enviando y garantizando es maldición.
Lea lo que le sucedió a Giezi, en 2 Reyes 5:20-22.
No debemos entrar en la historia de nadie, pues nunca vamos a saber toda la historia. Cuidado cuando alguien le trae su indignación, enojo, etc. contra la Obra de Dios, aun con razón. ¿Quién sabe si todo aquello no tiene raíz en la maldición?
¡Cada uno cuide su propia historia!