El sabio ve en la crisis un momento de oportunidad para aprender con los problemas y sobreponerse con éxito. Sin embargo, la historia de Michael Schumacher, en coma desde diciembre de 2013, cuando sufrió un accidente mientras esquiaba en los Alpes Franceses, enseña un poco más. Internado en estado grave, los médicos que lo cuidan ya dieron entrevistas en las que no les dieron más esperanzas a sus fans que él se recupere.
Sin aparecer, la imagen del piloto que siempre subía a los podios, va olvidándose de a poco, sus patrocinadores ya comenzaron a anunciar que no lo quieren más como la cara de su publicidad, como las empresas de moda Navyboot y Jet Set, que recientemente cortaron relaciones comerciales con Schumacher.
Este famoso es considerado por muchos, como el piloto automovilístico más grande de todos los tiempos. Por lo menos, es lo que el número de victorias indica: él es el piloto más premiado de la historia de Fórmula 1. Antes de sufrir el accidente que lo sacó de las pistas de carrera y de ser el centro de atención, él estaba en la cima, vivía en una bella mansión en Suiza y tenía una fortuna de casi dos billones de dólares.
Muchos harían de todo por tener la fama de Schumacher, pero ¿esta es la garantía de la felicidad? Por lo que él declaró en una entrevista parece que no. “Me gustaría ser el piloto de Fórmula 1 del nivel que estoy hoy, pero sin ser reconocido en público. Ser anónimo sería un sueño para mí”, expuso. Por desgracia, el deseo de Schumacher se realizó y su imagen en una camilla de hospital no vale nada.
El piloto no estaba equivocado, al tratar de ser mejor. Sin embargo, la fama, el éxito y el dinero son pasajeros, lo que realmente importa es lo eterno. Es el alma. ¿Y usted, lector, le ha dado más atención a sus objetivos personales y a lo temporario o a lo que es eterno? ¿Se ha preocupado por su alma?
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