Brasil.- Recientemente, se reinauguró el primer Cenáculo del Espíritu Santo de la Iglesia Universal del Reino de Dios en Bahía, lo cual fue una alegría para miles de bahianos que conocieron los mensajes de las Sagradas Escrituras y la fe en Jesucristo por medio del trabajo comenzado allí. El templo está situado en Rua do Tijolo, Centro del Salvador.
“Que emoción. Siento una alegría indescriptible, pues recuerdo cuan vital fue para mí, este lugar.” Las palabras son de la ama de casa Ise Amorim, de 70 años. Ella llegó al templo de Rua do Tijolo el día que se realizó el primer culto.
Dona Ise (foto) cuenta que tenía un problema de salud no diagnosticado por los médicos, aun después de hacerse estudios en San Pablo y Río de Janeiro. La enfermedad desconocida para la medicina le provocaba hinchazón en todo el cuerpo y fuertes dolores.
Ella recuerda haber sido curada sin llegar a entrar a la iglesia. “El lugar estaba colmado. Estaba en la parte más alta de la escalera. Apenas lograba escuchar al pastor Paulo Roberto Guimarães. Quien me llevó al templo fue una muchacha que iba a contratar como empleada de limpieza. Los obstáculos eran muchos. En el lugar hacía mucho calor, había personas de la calle, prostitutas, sospechosos de tráfico de drogas por todos lados. Sin embargo, nada de todo eso me impidió frecuentar las reuniones y participar de los propósitos de fe. Mi creencia estaba por encima de todo”, añadió.
Esta reinauguración fue todo un día con reuniones realizadas por los obispos Jorge Vieira y Jorge Olliveira. Ambos fueron pastores del templo en los primeros años del trabajo de la IURD en territorio bahiano.
Se invitó a algunas personas a subir al altar y contar los testimonios alcanzados en la década de 1980, cuando todo comenzó. Ellos recordaron casos curiosos sobre la precariedad de la ‘Iglesia de Tijolo’ (como se la conoce) y puntualizaron que nada les impidió buscar las bendiciones de Dios allí.
El inicio de todo
En el año 1980, más precisamente el 20 de julio, la provincia de Bahía pasó a ser el escenario, y sus habitantes, testimonios del crecimiento de la Iglesia Universal del Reino de Dios. Ese día, el entonces pastor Paulo Roberto Guimarães, auxiliado por, en aquel momento, pastor Honorilton Gonçalves (hoy ambos son obispos), presidió el culto de inauguración del primer templo de la IURD bahiana, localizado en Rua do Tijolo, nº 2, en el subsuelo del edificio Themis, Centro del Salvador.
Muchas de las personas que participaron, respondieron la invitación hecha por los pastores a través de un programa de tv y mediante folletos y carteles distribuidos por las calles de la ciudad bahiana. El nuevo templo no poseía siquiera un mínimo de comodidad. No había asientos para que las personas se acomodaran y tenían que escuchar el culto de pie. Sólo había un baño para hombres y mujeres y, por ser subsuelo, la ventilación era insuficiente.
Como si no bastara la falta de comodidad dentro del templo, en la parte externa, a 20 metros, había grandes cajas de hierro, donde se depositaba toda la basura del comercio local. Como consecuencia, mosquitos, cucarachas e incluso ratas eran habituales en el lugar.
Sumado a eso, la iglesia estaba cerca de una casa de prostitución, y la zona, era lugar de encuentro de viciosos y asaltantes.
El obispo José Jorge Oliveira, (foto) – que ya pasó por las provincias de Río de Janeiro, San Pablo, Pernambuco, Sergipe y por países como Portugal y Moçambique, entre otros – fue miembro, obrero y pastor auxiliar de la IURD de Rua do Tijolo. Él cuenta que tuvo dificultades para encontrar el templo, debido a su mala localización. “El lugar era realmente horrible, y muy peligroso. Siempre llegaban personas desesperadas porque habían sido asaltadas cerca de la iglesia. De vez en cuando veíamos a policías persiguiendo a los bandidos.”
Según el obispo, el templo tenía espacio para aproximadamente, 250 personas, pero se llenaba de tal manera que muchos fieles debían quedarse del lado de afuera. Por eso fue necesaria la realización de reuniones cada 2 horas. “Hacía tanto calor que terminábamos empapados por el sudor. Yo tenía que llevarme ropa para cambiarme durante el día cuando comencé a hacer la obra como obrero, y después como pastor auxiliar. Recuerdo que una vez el pastor Gonçalves contó que él estaba durmiendo dentro de la iglesia y las ratas le pasaban por arriba. Pero, más allá de todas las dificultades, los milagros sucedían en cada reunión”, concluye el obispo.