El Dios Padre autorizó y autentificó a Su Hijo como dador de la vida eterna por medio del sello con el Espíritu Santo (Juan 6:27). A causa de eso, el bautismo con el Espíritu Santo es el Sello Divino de la vida eterna.
Él no solamente fue sellado, sino que también es El único con autoridad para sellar a Sus seguidores.
Claro, eso no sirve para los que no creen. Sin embargo, para Sus discípulos es el mayor de muchos privilegios.
No precisa necesariamente merecerlo para ser sellado, basta ser sincero.
Si el Hijo necesitó Ese sello para vencer a la muerte, ¿cuánto más nosotros, míseros humanos?
El Sello del Espíritu es la autentificación de la propiedad de Dios. Quien Lo posee tiene la garantía de la vida eterna.