Quien piensa que es posible ser cristiano y no sacrificar está muy engañado. El sacrificio es la base de la vida cristiana y de la caminata con Dios, desde Génesis hasta Apocalipsis. Sin embargo, muchos religiosos que tienen el corazón en el oro y no en el Altar se valen de textos bíblicos fuera de contexto para decir que no debemos sacrificar. No obstante, cada uno de esos textos en sus debidos contextos solo refuerzan la necesidad del sacrificio. Por ejemplo:
“¿Se complace el Señor tanto en holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la Voz del Señor? He aquí, el obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grosura de los carneros.” 1 Samuel 15:22
¿Sabe por qué Dios Se agrada más de la obediencia que del sacrificio? Porque la obediencia es el verdadero sacrificio. No hay nada que violente más al ser humano que negar la voluntad de hacer las cosas a su manera. Cuesta más que renunciar a algo de valor.
La voluntad del ser humano es lo que lo mueve. El corazón señala el camino a seguir, y él lo sigue. Depende de la voluntad para tomar sus decisiones. Acostumbrados a vivir basado en sus propias voluntades, muchos no logran ni siquiera imaginarse cómo actuar de otra forma.
Renunciar a su voluntad para hacer la voluntad de Dios es reconocer que, de hecho, Él sabe mucho más de lo que usted jamás podría saber.
No hay forma de que Dios sea Señor de alguien que aún es señor de sí mismo. No se puede servir a dos señores. Si usted se obedece a sí mismo, desobedece a Dios. Y si obedece a Dios, se desobedece a sí mismo. Si agrada a Dios, aborrece a su corazón. Si agrada a su corazón, aborrece a Dios. No hay término medio. Dios no comparte Su trono con nadie.
Por eso, el sacrificio es necesario. Porque quita nuestra voluntad del trono y Le entrega el señorío de nuestra vida a Dios. El sacrificio pone las cosas en sus debidos lugares. A César lo que es de César. A Dios lo que es de Dios.
Si Le entregó su vida a Dios, Le entregó todo. Si no Le entregó todo, no Le entregó la vida.