«… y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada.»
Había tres hermanos, María, Marta y Lázaro. Ellos eran prósperos, tenían posesiones y podían suplir las necesidades de los demás. En la época, Jesús dependía de las ofrendas voluntarias de las personas, Se hospedaba y comía en la casa de los que Le ofrecían abrigo. En una oportunidad, Él Se quedó en la casa de Marta, pero ella cometió un error:
«Mientras iban ellos de camino, Él entró en cierta aldea; y una mujer llamada Marta Le recibió en su casa. Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba Su Palabra.» Lucas 10:38-39
Jesús entró con Sus discípulos en su casa y, antes de alimentarse físicamente, alimentó a los que estaban con Él espiritualmente con Su palabra.
Mientras Jesús les predicaba, María, la hermana de Marta, se sentó a Sus pies. Al contrario de Marta que estaba preocupada por los quehaceres y preparativos de la visita. Podemos observar el peligro de poner exclusivamente la atención en las cosas externas, estas son importantes, pero no podés priorizarlas.
¿Qué debemos priorizar?
Nuestra alma. Y la priorizamos cuando la cuidamos poniendo atención en la Palabra.
«Pero Marta se preocupaba con todos los preparativos; y acercándose a Él, Le dijo: Señor, ¿no Te importa que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.» Lucas 10:40
¡Imaginate decirle eso a Jesús! Seguramente, ella le pidió a María que la ayudara, sin embargo, María no se dejó influenciar por el sentimentalismo ni por la falta de enfoque de su hermana, que se preocupaba por las cosas materiales y despreciaba lo más importante, la Palabra.
Por eso, es importante que cuando participes de las reuniones no dejes que nada desvíe tu atención. Es necesario que estés en espíritu para que te enfoques en la Palabra, porque solo así serás fortalecido y tendrás la guía para vencer las tentaciones y los problemas diarios.
Hay dos tipos de creyentes: el emotivo y el racional. El emotivo se preocupa por las cosas externas, y el racional por escuchar, entender y obedecer la Palabra. Así como Abraham que escuchaba y obedecía la voz de Dios, incluso sin entender lo que Él le pedía, porque creía y confiaba que el Altísimo haría lo sobrenatural.
¿Cuál es el precio de lo sobrenatural?
La obediencia incondicional es independientemente de quién sea la persona o del tiempo de iglesia que esta tenga. Esta obediencia no depende de las circunstancias, de los recursos, de los sentimientos o de la opinión pública o familiar, como obedezco, ¡lo sobrenatural se manifiesta!
«Respondiendo el Señor, le dijo: Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas…» Lucas 10:41
Marta tenía a Jesús en su hogar hablando y enseñando, y aun así estaba con la mente en los quehaceres y perdió la oportunidad porque no estaba escuchando la Palabra, sino la voz de su preocupación, su ansiedad y sus emociones.
Independientemente de tu problema, Jesús quiere que dejes de preocuparte y que Le prestes atención, porque Él no te defraudará ni te desamparará, sino que te honrará.
«… pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada.» Lucas 10:42
En otras palabras: «Marta, una sola cosa es necesaria: que Me escuches y valores Mi Palabra, Mi Persona es más importante que los preparativos, que la comida física, todo tiene su tiempo y ahora es momento de escuchar, aprender y cambiar».
Debemos ser como María, abrazarnos a la fe inteligente en la Palabra, si las circunstancias no son las que planeábamos, no nos desesperemos ni molestemos, sino que tengamos la conciencia de que Dios tiene todo bajo control, e incluso lo malo y equivocado se convertirá en bueno y correcto.
Obispo Júlio Freitas