Un juez solo puede juzgar con justicia la causa de alguien si conoce a fondo todo el proceso y los detalles de los acontecimientos.
Cuando se trata de un juez humano, este recoge las informaciones dadas por los testigos y da la sentencia. En ese caso, existe la posibilidad de una decisión injusta, visto que el hombre es fallo y puede ser víctima de la corrupción de otros. Pero, cuando se trata de Dios, no hay manera de que recibamos una sentencia injusta, a fin de cuentas, Él conoce lo que está dentro de nosotros y de las demás personas y todo lo que sucede a nuestro alrededor. El Altísimo no necesita testigos ni evidencias para juzgar nuestra causa, ya que Él es El Propio Testigo de todo lo que ocurre en la Tierra y es conocedor de todas nuestras obras.
Pero solamente una cosa es capaz de hacer que golpee Su Martillo a nuestro favor: la manifestación de nuestra fe. La fe nos justifica delante de Dios. Somos justos delante de Él solamente cuando hacemos uso de la fe, conforme está escrito:
“Mas el justo vivirá por fe.” Hebreos 10:38
Por eso, recurrimos al Justo Juez a través de la fe. Él es El Único capaz de juzgar nuestra causa con justicia, porque también es El Único que sabe todas las cosas. No hay circunstancia, hombre o diablo que pueda impedir la Justicia Divina en la vida de aquellos que recurren y se someten a ella. Solo nosotros podemos impedir la concretización de esta Justicia en nuestras vidas, si decidimos no hacer uso del poder de la fe, confiando en la justicia falla de los hombres.
Colaboró: Pastor Marcos Tercio