Carlos Andrés Tricarico y Mariela Varela recorrieron un difícil camino: “Mi papá me trataba mal, aunque sé que me quería. Yo era nervioso, soberbio, me llevaba el mundo por delante. Pero en el fondo estaba deprimido”, recuerda él.
Mariela tuvo que soportar años de angustia: “Mi padre era alcohólico, le pegaba a mi mamá, sufrí violencia. Había noches en las que intentaba dormir y no podía, veía sombras o sentía que me tocaban los pies.
Me volví una segunda madre para mis hermanos. Uno de ellos tenía ataques de asma y era traumático. Yo misma empecé a tener episodios de asma, aun así fumaba”.
Carlos vivió situaciones límite: “Salía, me divertía, pero me sentía solo, vacío, no era feliz. El momento más difícil fue cuando al entrar mi camioneta, vi a cinco chicos que querían robarme. Forcejeamos y me dispararon. En ese momento sentí que el mundo se derrumbaba. Sobreviví, pero estuve meses buscando ayuda en psicólogos. No quería suicidarme, pero dejé de verle el sentido a la vida, eso desencadenó una angustia enorme. Hasta que recibí una invitación para la Universal.
Mi proceso de liberación no fue fácil, pero recuperé la confianza en mí mismo. Ahora estoy bendecido, tengo a mi familia”, agrega Carlos.
“Me marcó el haber sido madre sola. Fue peor después que cerraron el lugar en donde trabajaba. Caí en depresión y fumaba aun más. Conocí la Iglesia por una invitación, pero después dejé de ir. Cuando empecé a salir con quien hoy es mi marido, él me pidió volver a la Universal. Luché, me liberé, dejé el cigarrillo, estoy sana. Gracias a Dios tengo una vida nueva, logramos formar una familia bien constituida”, finaliza Mariela.
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