“Por favor, ayúdeme. Me siento un monstruo. Tengo 3 hijas a las que amo mucho. Soy una madre que protege, hago todo lo que está a mi alcance para darles lo que ellas me piden, pero no logro darles cariño. Soy muy fría, no soy ese tipo de madre que besa, abraza a sus hijos y les dice que los ama. Siento que ellas necesitan eso, para mí es muy extraño, y con mi hija mayor de mi primer matrimonio es peor. A veces la miro y me invade el odio. Todo lo que ella hace me irrita, incluso intento, pero no lo logro. Voy a la IURD, hace 3 años le pido a Dios todos los días que me cambie, pero no sucedió nada. ¿Qué hago?” – Amiga.
Respuesta:
Amiga, déjeme decirle algo: yo no la conozco, sin embargo, tengo la más absoluta certeza de que usted ama a sus hijas, ¡y mucho! De lo contrario, usted no estaría preocupándose por agradarles, cosa que no es su caso.
Por lo tanto, líbrese de esos pensamientos y sentimientos malditos que solo la deprimen y la acusan todos los días.
El diablo es sucio, trae los sentimientos y después nos acusa con ellos, justamente para paralizarnos ante los problemas. ¡No crea en esos sentimientos, amiga! Repréndalos cada vez que vinieren a su mente para hacerla sentir ese monstruo que usted dice sentirse.
Cambie su forma de pensar. A partir de hoy, mírese de la misma manera que el Señor Jesús la ve, una madre amorosa que desea la felicidad de sus hijas. Cuando comience a verse así, entonces será mucho más fácil que usted les demuestre a ellas todo ese amor que siente por ellas.
¡Usted lo va a lograr amiga, crea!
En la fe,
Flávia Barcelos
(*) Flávia Barcelos es esposa de pastor y hace la Obra de Dios en Inglaterra. Respuesta retirada del blog de Cristiane Cardoso.