El Templo aún no había sido construido, por eso, todos realizaban sus sacrificios en los lugares sagrados de Israel. El palacio tampoco estaba listo, así como el muro que rodearía a Jerusalén.
Entonces, el Rey Salomón, aun habiéndose casado con la hija del faraón de Egipto, y habiendo asumido parte de la cultura de aquel pueblo, no se olvidó de lo que su padre, David, le había enseñado. Y así, recordó que también debería realizar su sacrificio para Dios, el Señor de su padre.
Por involucrarse con las creencias egipcias y por aún no haber comprendido el verdadero semblante de Dios, Salomón todavía no había alcanzado la plenitud en su reinado y en su vida. Él era un gran rey, pues, a fin de cuentas, era responsable por el pueblo escogido de Dios. Pero no había despertado la atención de Dios para sí, como el rey David lo había hecho.
De este modo, fue hacia Gabaón, pues allí estaba el lugar más sagrado de Israel, y Le ofreció a Dios mil holocaustos. El sacrificio llegó hasta Su Presencia, que deseó acercarse a Salomón, en un sueño, diciéndole: “Pídeme lo que quieras que Yo te dé.”
Sin embargo, el pedido de Salomón fue simple: “Ahora pues, SEÑOR Dios mío, Tú me has puesto a mí Tu siervo por rey en lugar de David mi padre; y yo soy joven, y no sé cómo entrar ni salir. Y Tu siervo está en medio de Tu pueblo al cual Tú escogiste; un pueblo grande, que no se puede contar ni numerar por su multitud. Da, pues, a Tu siervo corazón entendido para juzgar a Tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar este Tu pueblo tan grande?”
Esas palabras agradaron al Señor, quien le respondió: “Porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que demandaste para ti inteligencia para oír juicio, he aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú. Y aun también te he dado las cosas que no pediste, riquezas y gloria, de tal manera que entre los reyes ninguno haya como tú en todos tus días. ”
Y, así, Salomón se convirtió en el mayor de todos los reyes que había en la Tierra, de modo que muchos viajaban para conocerlo y aprender con sus enseñanzas, porque era próspero, sabio y justo.
¿Qué hacer para llamar la atención de Dios?
El acto del sacrificio simboliza la entrega total de sí mismo en el altar de Dios. Y quien está enteramente en las manos del Señor, forma parte de Sus hijos, a los cuales Él ama.
Dios tiene el deseo de tener a todos cerca de Sí y promover Sus bendiciones y la Salvación Eterna. No obstante, así como sucedió con Salomón, es necesario primero el interés y la entrega de quien Lo desea.
Por eso, si usted desea llamar la atención de Dios, y recibir Su Plenitud para su vida, participe de la Noche de la Salvación, que se realiza todos los miércoles a las 20 hs, en la Universal más cerca de su casa. Encuentre la dirección en www.universal.org.ar/direcciones
(*) 1 Reyes 3:1-15