Estimado Obispo Macedo, ¡buenos días!
Los mensajes que usted está dando sobre la imagen y semejanza de Dios me hicieron sentir curiosidad sobre el momento en el que Dios le dice a Adán: “¡Si comes del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, morirás!”
El concepto humano sobre comer algo y morir está generalmente relacionado con la ingestión de algo venenoso.
Leí un resumen de los diez venenos más letales para el cuerpo humano y en él está muy clara la acción letal de cada uno. Todos tienen la misma función: causar una separación devastadora en el cuerpo, lo que significa que el veneno interrumpe toda comunicación entre la sangre, el oxígeno y las funciones dentro del cuerpo humano – todo se detiene y entonces llega la muerte.
Sin embargo, Dios no se estaba refiriendo a la muerte física, sino a la separación espiritual entre el hombre y Dios, así como entre él y su prójimo. Y fue así, rápido como un veneno mortal. En el exacto momento en el que Eva comió, ella se separó de Dios e, inmediatamente después, también separó a Adán de Él.
Cuando Adán responde el motivo por el cual había comido el fruto, en lugar de pedir perdón por la desobediencia, se vuelve contra Dios y contra Eva, diciendo, en otras palabras: “Comí por causa de la mujer que Tú me diste”.
Así, murió el compañero de Dios y el marido de Eva, pues él ni siquiera se molestó en defenderla. Quizás incluso podría haber dicho algo como: “Señor, ella comió porque yo no la vigilé; no la cuidé como debería haberlo hecho”.
¡Ahí está la muerte! La separación entre el hombre y Dios, y entre él y su prójimo. Ahora, realmente solo la otra muerte para resolver la primera: la muerte en la Cruz.
Nuestro Señor Jesús, a través de Su sacrificio, le trajo de vuelta al hombre la oportunidad de unirse nuevamente a Dios y amar a su prójimo, pues cargar nuestra cruz, negarnos a nosotros mismos y seguir a nuestro Señor nos lleva al encuentro con Dios y la imagen y semejanza de Él retorna a nosotros.
¡Muy fuerte!
¡Dios le bendiga y recuerdos a la señora Ester!