¿Cuántas veces agradeció desde el momento en que abrió los ojos hoy por la mañana? ¿Agradeció por el día que brilló una vez más, por su vida, por su familia y por sus amigos, por los compromisos que tiene que cumplir y las buenas y fieles compañías que le ayudan a hacer eso posible y más agradable?
Piense en la respuesta y sea sincero con sí mismo. No sirve de nada engañarse. Si usted recordó mucho más las quejas y lamentaciones del día que los hechos de gratitud, algo está mal. Los lamentos pueden estar motivados por resentimientos. Eso no le hace bien al alma y encima no lo deja darse cuenta del bien que está a su alrededor y, por lo tanto, no ser agradecido.
Agradecer es reconocer que sucedió algo bueno y verdadero, o que está sucediendo en este preciso momento. No es necesario que sea un evento singular, raro. Son los hechos que suceden en el trascurrir del día, en la prisa del trabajo, de la escuela, de la iglesia, fortaleciendo las relaciones que tenemos con las otras personas, con nosotros mismos y, principalmente, con Dios.
Él nos quiere ayudar y derramar Sus bendiciones sobre nosotros, pero no podrá hacerlo si continuamos protestando y dudando de todo y de todos, perdiendo las esperanzas en el otro y queriendo desistir de aquello que ya conquistamos, aunque sea inconscientemente.
Por ejemplo: una investigación publicada hace aproximadamente 1 año, en el Journal of Personality and Social Psychology señala que decirle un simple “gracias” a su esposo o a su esposa, puede hacer que él/ella se sienta apreciado/a, provocando que el compromiso de la relación se fortalezca.
Ser agradecido es ser más amable con el otro y con usted mismo, hacer que la vida sea más armoniosa, liviana y suave. Decir “gracias” a los grandes y pequeños gestos, es una forma de demostrar cuán atento está usted, cómo se preocupa y quiere retribuir de alguna forma lo que le están dando.
Si usted protesta mucho, pensando que la vida no está como un día la soñó, préstele atención a sus quejas. No podemos olvidar que el Señor Jesús pagó un alto precio por nuestras vidas. Debemos agradecer a Dios, todos los días, por ese presente, por nuestra seguridad de que el día nació para que lo aprovechemos de la mejor manera posible.
“La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.” Colosenses 3:16
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