Todos enfrentamos circunstancias difíciles, momentos en los que el tamaño del problema no nos deja ver la salida. Pero ¿qué hacer cuando la situación está fuera de nuestro control?
Cuando surgen los obstáculos, podemos distinguir tres grupos de personas según la manera de reaccionar ante ellos: las que se desesperan, las que se acomodan y las que confían en Dios. Solo el último grupo es el que siempre logra vencer.
Sin embargo, en medio de esta pandemia, en la que el pánico parece haber tomado el control del mundo, algunos se preguntan, “¿por qué Dios permite que Sus hijos enfrenten este problema?”
La lección de los desiertos
Para responder esta cuestión, podemos tomar el ejemplo de los hebreos. Ellos, en innumerables ocasiones, pasaron por problemas que amenazaban su existencia: fueron esclavos en Egipto, enfrentaron los peligros del desierto, fueron llevados cautivos por los pueblos enemigos, e incluso, hace algunos años, la gran mayoría fue asesinada en campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Aun con todo el sufrimiento, Israel prevaleció y lo sigue haciendo hasta los días de hoy.
Los desiertos, son esos problemas o situaciones que nos obligan a depender exclusivamente de Dios. Es en el silencio del desierto que somos sensibles a Su Voz, y en su desolación nos volvemos humildes para obedecer y confiar.
Esta realidad en la que vivimos nos invita a reflexionar. La humanidad comienza a valorar más elementos tan simples e imprescindibles para su existencia, que antes pasaban desapercibidos. Dios está mostrando cuán pequeños somos y cuánto Lo necesitamos.
Si está enfrentando su desierto personal, aprenda de él. Confíe en Dios, si Él lo está permitiendo es para que usted, al final, sea beneficiado.