Claudia García era una persona nerviosa, con carácter muy fuerte, era consciente de eso y buscó ayuda para corregir ese problema, pero se le hacía muy difícil poder superarlo.
“En los momentos de mayor tensión prefería estar sola, no quería tener a nadie alrededor mío. Era agresiva como mamá, era muy violenta con mis hijos, les pegaba mucho, y ellos tenían miedo, vivían en un ambiente de mucho temor, porque yo podía llegar a tirarles lo primero que encontraba. A su vez, verles el miedo en la cara me angustiaba y me ponía aún más nerviosa”, cuenta Claudia, describiendo el círculo vicioso en el que se encontraba.
Para superar su problema, Claudia recurrió a especialistas, pero nada de lo que hacía la ayudaba a calmar esa ansiedad, angustia, baja autoestima y nerviosismo que sentía. “Llegué a pensar que mi vida iba a ser siempre así, que nunca iba a poder cambiar mi carácter, porque me daba cuenta de que mis problemas empeoraban con el paso del tiempo. Había empezado a ser así de adolescente y con los años había empeorado”.
Este cúmulo de cosas impedía que Claudia pudiera relacionarse con los demás, “si alguien me llevaba la contra o discutía algo de lo que yo decía, me ponía nerviosa y agresiva”, confiesa.
Al tiempo, Claudia conoció la Universal, donde descubrió que había Alguien que podía ayudarla a resolver su problema. “Me hablaron del Espíritu Santo, me dijeron que Él podía cambiar todo mi interior, pero yo tenía que buscarlo y desearlo con todo mi corazón. Así empecé a leer la Biblia, a ayunar, a orar, porque el deseo de recibirlo crecía en mi interior. Yo veía el carácter de las personas que ya habían recibido al Espíritu Santo y deseaba ser como ellos, me había cansado de ser como era”, afirma.
“Cuando recibí el Espíritu Santo lo primero que tuve fue paz, estaba tranquila, hablaba con los demás sin tensión. Lo que más me sorprendió fue lo que sucedió a mi alrededor. Mi familia notó que yo estaba cambiando y empezaron a querer estar conmigo, hasta mis vecinos notaron el cambio. El enojo y la tristeza dieron lugar a la paz y la alegría, pero lo más importante fue la certeza de mi salvación, ahora puedo decir que gracias al Espíritu Santo mi vida tiene sentido”, finaliza feliz.
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