¿Cuál es el valor real de las dificultades para nuestras vidas?
Muchas veces, los avances de nuestro mundo hacen al ser humano más frío y hasta más débil para enfrentar las dificultades. Todos están sujetos a los reveses de la vida, como, por ejemplo, la muerte de seres queridos, enfermedades, penurias financieras, que por causa de las facilidades de la vida moderna hacen que la persona se olvide de luchar y se acomode en los momentos difíciles.
La imagen nos dice muchas cosas. ¿Pero cuál es la primer cosa que nos sugiere? La respuesta es “actitud”. Superar los obstáculos que la vida nos impone no es nada fácil. Lo más probable es tener miedo cuando nos encontramos con el tamaño del enemigo. Hay personas que tienen todo en la vida y aún así se entregan a los vicios, a las enfermedades, a las dificultades financieras sin vislumbrar una salida. En ese momento, el enemigo crece aún más.
Una persona normal, que tiene brazos y piernas, si los perdiera, podría pensar en desistir de todo, como el muchacho de la foto. Sin embargo, la falta de los miembros superiores no fue motivo para que él desistirá. Él está haciendo su trabajo. No se está quejando. No está llorando. Se muestra fuerte. Pero, ¿dónde encontrar fuerzas para eso, cuando todas las puertas parecen cerrarse?
David pasó por esa delante de Goliat. Él fue insultado por el enemigo que se vanagloriaba de su tamaño. Pero David se amparó en la fe y, con osadía, le mostró al enemigo que su poder no estaba en la fuerza física, sino en la certeza de que el Creador estaba con él.
“Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo. Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.”, (1 Samuel 17:44, 45).
E incluso con una gran desventaja física, David enfrentó a Goliat y lo derrotó. Y ahí está: el Señor Jesucristo es nuestra fuerza en la debilidad. Es el puerto seguro para que no nos debilitemos y no nos dejemos llevar por los malos acontecimientos. Todos nosotros podemos resistir y luchar. La fe es nuestra arma poderosa, que nos empuja a seguir adelante y no desistir.
“Busqué al Señor, y él me oyó, y me libró de todos mis temores.”, (Salmos 34:4).
Por eso, independientemente de lo que estuviera sucediendo ahora, mire la imagen una vez más y, en vez de compadecerse de él, o de sí mismo, use su fe teniendo como fuente de energía la Palabra de Dios: “El Señor es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? (…) Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado.”, (Salmos 27:1, 3).